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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Biografía

Memorias (9 page)

BOOK: Memorias
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Por desgracia, también descubrí que algunos alumnos terminaban con mejores promedios que yo, y que esos promedios no sólo eran más altos, sino más duraderos que los míos. Los promedios se exponían y yo sufría la irritación de ver mi nombre relegado al décimo o duodécimo lugar. (No era un deshonor, pero ya no era el "chico más listo".)

Fue tal la impresión que esto me causó que sigo recordando, más de medio siglo después, los nombres de tres estudiantes que sacaban mejores notas que yo. Esto es notable en alguien como yo, tan egocéntrico que no considera que merezca la pena recordar los nombres de los demás. Es obvio que ese asunto me afectó mucho.

Nada de esto hizo que se tambalearan mis propias convicciones, pero en mi interior buscaba una explicación. Siempre lo hago y, en esa ocasión, no tenía elección. No podía acudir a nadie, desde luego a ningún profesor, y preguntar: "¿Por qué estos alumnos están sacando mejores notas que yo?"

La respuesta obvia habría sido: "Porque son más listos que tú, Asimov, niño estúpido, y me alegro de que lo sean." Era una respuesta que no quería oír, y tampoco quería creer en ella.

En vez de eso, llegaba a la conclusión de que esos chicos extraordinarios procedían de familias adineradas y bien establecidas, que habían crecido en un ambiente intelectual, tenían tiempo de sobra para estudiar y, en cierto modo, eran brillantes.

En cambio, yo seguía trabajando en la tienda de caramelos, así que mi tiempo para estudiar era limitado. Además, no me esforzaba de verdad en encontrar tiempo para estudiar. Tenía la obstinada idea de que no necesitaba hacerlo. Leía los libros de texto y escuchaba a los profesores, y ya estaba.

El decirlo no lo convierte en una realidad y, si de verdad hubiese querido competir, si realmente hubiera sentido la necesidad de conseguir notas más altas, habría empollado más, pero me negué. Decidí que no tenía que hacerlo porque no necesitaba notas extraordinarias para probarme a mí mismo que era notable. La satisfacción de ser como era no se vio afectada. Después de todo, no era sólo un estudiante, era un escritor.

Pero incluso en ese aspecto estaba condenado a sufrir una humillación en el instituto. En realidad, padecí el más duro golpe que mi ego haya sufrido nunca. En 1934, uno de los profesores de inglés, Max Newfield, que era el profesor asesor de la revista literaria semestral del instituto, decidió dar una clase especial de redacción para recopilar material para la revista. Rápidamente me apunté. Sólo tenía catorce años, y todos los demás dieciséis o diecisiete, pero yo era un escritor.

Fue un gran error. Nos pidió que escribiéramos un artículo, y el mío fue malísimo. Cuando Newfield pidió voluntarios para leer en voz alta, levanté la mano. Sólo había leído la cuarta parte cuando el profesor me interrumpió y utilizó una palabrota insultante para describir mi trabajo. (Nunca antes había oído a un profesor decir "tacos" y me quedé estupefacto.) Pero la clase no se sorprendió, se rieron de mí a carcajada limpia y me senté profundamente humillado y avergonzado.

No obstante, seguí en la clase. Sabía cuál era el error que había cometido. Había intentado ser "literario" cuando no sabía cómo serlo. Nunca volvería a cometer el mismo error. (Y jamás lo he hecho; otros errores, tal vez, pero ése, no.) Estaba decidido a mejorar.

Al fin, nos pidieron que escribiéramos algo en concreto para la revista semestral literaria. Lo intenté con gran ahínco. Escribí un artículo llamado
Little brothers
sobre el nuevo bebé que había llegado a nuestra casa cinco años antes. Intenté que fuera divertido. Newfield lo aceptó y lo publicaron; era la primera obra de verdad escrita por mí que se publicaba.

Traté de dar las gracias a Newfield, y esperaba que me dijera lo mucho que había mejorado, pero no fue así.

Parece que, como estábamos en plena Gran Depresión, los artículos de todos los alumnos, terriblemente influenciados por la situación, parecían tragedias de Dostoievski. Sólo yo, salvado por la tienda de caramelos, escribí algo alegre. Newfield necesitaba un artículo así, y el mío era el único. Tuvo la poca elegancia y la crueldad innecesaria de decirme que ésa era la única razón por la que lo había aceptado. Incluso añadió una nota editorial en la revista, en la que prácticamente se disculpaba por incluirlo.

¿Cómo sobreviví a todo esto?

Debo decir que sufrí una gran impresión y no puedo recordar qué argumentos utilicé para convencerme de que, a pesar de todo, era un buen escritor y triunfaría. Supongo que me limité a mantener mi buena opinión sobre mí mismo con terquedad y a odiar a Newfield. (Odio a muy poca gente, pero a él le odio.)

Todos los que "triunfan" deben de tener una sensación parecida a "Si fulano lo supiera, se arrepentiría de haber dicho aquello". O "se arrepentiría de haberme rechazado". El mundo entero puede conocernos y aclamarnos, pero alguien de nuestro pasado, ya fuera de nuestro alcance para siempre, lo estropea todo. Es algo que permanece como un estigma, una mancha oscura, como un dolor que nunca será aliviado.

En mi caso se trata de Newfield. Supongo que murió antes de que me convirtiera en un escritor famoso de verdad, así que nunca supo lo que había hecho. No obstante, de vez en cuando, desearía tener una máquina del tiempo para volver a 1934 con alguno de mis libros y los artículos que se han escrito sobre mí y decirle "¿Qué te parece esto, maldito estúpido? No sabías a quién tenías en clase. Si me hubieses tratado como debías, te podría haber recordado como mi descubridor, en vez de considerarte un maldito estúpido."

De hecho, he soportado tanto menosprecio durante más de medio siglo de sufrimiento que recientemente he escrito un relato llamado
Time traveler
, en el que un personaje que ha sufrido exactamente igual que yo vuelve al pasado. Por desgracia, como soy escritor me vi obligado a terminar la historia de una manera dramática y adecuada y no de manera realmente satisfactoria para mí. (No, no le diré como termina.)

Mi única satisfacción es que tiene que haber unos pocos ejemplares de la revista literaria semestral que contiene
Little brothers
. Yo tengo uno, por ejemplo. Le aseguro que, aparte del mío, no hay ningún nombre en el índice que sea famoso. Incluye varios poemas de Alfred A. Duckett, un joven afroamericano de gran talento que después escribió una obra considerable, pero el nombre más familiar es, con mucho, el mío. Hay coleccionistas que, si descubrieran uno de estos ejemplares, estarían dispuestos a pagar una cantidad importante por él, aunque no fuera más que porque contiene mi primer trabajo publicado, aquél por el que Newfield pidió perdón.

Cuando se publicó el anuario de la graduación, se hizo pública una lista con los nombres del mejor alumno en conjunto, el mejor escritor, el primero en esto y el primero en aquello. No necesito decir que no fui el mejor en nada pero ninguno de "esos mejores" se ha hecho famoso (al menos que yo sepa). En realidad, sí soy mencionado, justo debajo de mi foto, donde dice: "Cuando mira un reloj, éste no sólo se para, sino que va hacia atrás". Ingenio escolar.

No, mi paso por el instituto no fue un éxito en ningún sentido aunque terminé con una media general muy alta. Y eso a pesar de que descubrí horrorizado que había asignaturas que era incapaz de manejar.

Estaba acostumbrado a aprender cualquier materia, de la gramática al álgebra avanzada y del alemán a la historia, con igual facilidad. Pero en Boys High, durante un semestre estudié economía y descubrí, profundamente desconcertado, que no entendía nada. No servía de nada escuchar al profesor ni estudiar el tema. Por primera vez en mi vida tropecé con una barrera mental, una asignatura que no podía hacer que me entrara en la cabeza.

Tuve que sobrevivir a todo esto. Tuve que superar la humillación de la clase de redacción, el no estar ni siquiera entre los seis mejores promedios, ser ignorado en el anuario escolar y saber que había asignaturas que era incapaz de entender.

Lo logré. Al menos no recuerdo haberme sentido abatido. Seguía siendo alguien notable y pretendía demostrárselo al mundo entero. Terminé en el instituto en 1935; sólo tenía quince años.

17. El fracaso

Pretendía entrar en el Columbia College, la facultad más elitista de la Universidad de Columbia. En realidad mi padre no podía pagar los gastos de enseñanza pero dijo que de eso ya nos preocuparíamos más tarde. Lo primero que había que hacer era ser admitido. Fui a hacer una entrevista a Columbia con personal de la universidad, a cuyo campus entré por primera vez el 10 de abril de 1935.

No fui aceptado. Sé por qué. La cuota para judíos del Columbia College ya estaba cubierta. Fue mi primera experiencia seria del efecto limitador del antisemitismo. El entrevistador fue muy amable y atribuyó la denegación al hecho de que era demasiado joven. Tenía que tener dieciséis años para convertirme en un estudiante de primer año del Columbia College. Me sugirió que entrara en el Seth Low Junior College, que también pertenecía a la Universidad de Columbia. (Allí la edad mínima para entrar también era de dieciséis años, pero no parecía ser un obstáculo en un centro que no era elitista.) Estaba en Brooklyn, estudiaría allí dos años, y después podría pasar los dos últimos años con los alumnos del Columbia College.

Acepté. No podía hacer mucho más.

Pero mi padre no estuvo de acuerdo. Estaba dispuesto a pasar apuros, incluso a pedir dinero prestado, para que asistiera al Columbia College, pero no al Seth Low. Así que me aguanté y fui al City College, al que también había enviado una solicitud, que fue aceptada. Allí no cobraban por la enseñanza, pero era una especie de gueto, profundamente judío, y sus graduados no tenían muchas posibilidades de encontrar un buen trabajo.

Pasé allí tres días horribles, y lo único que recuerdo es el examen físico. En la ficha de todos ponía WD, menos en la mía, que ponía PD. Pregunté. Me dijeron que WD quería decir "bien desarrollado" (
well developed en inglés
.) PD significaba "mal desarrollado (
poorly developed
en inglés). No habían tenido en cuenta el hecho de que yo era hasta tres años más joven que los demás examinados. Me sentí profundamente agraviado.

Pero entonces me llegó una carta del Seth Low. Después de abrir la misiva, mi padre los llamó por teléfono para decir que no podía pagar la enseñanza. Le ofrecieron una beca de 100 dólares y no pudo resistir la tentación. Cambié a Seth Low. Después me llegó una carta del City College. Habían visto los resultados de un test de inteligencia que me habían hecho y deseaban que fuera para hablar de mi carrera. Les escribí con bastante frialdad para decirles que era demasiado tarde. Estaba en el Columbia. ("Poco desarrollado" y todo.)

(Dicho sea de paso, el incidente provocó una seria discusión con mi padre. En Rusia, recibir una carta era algo tan extraordinario que el primero de la familia en cuyas manos caía la abría. Le expliqué, bastante molesto, que en Estados Unidos las cosas no eran así. Una carta dirigida a mí sólo podía ser abierta por mí. A mi padre le dejó perplejo esta exclusividad, pero a partir de entonces mi correo fue algo privado).

Seth Low resultó ser otro gueto. La mitad aproximadamente judía y la otra mitad italoamericana. Aparentemente recibía a los estudiantes brillantes para los que no tenía cabida el Columbia College.

No era un centro con mucho éxito. Después del primer año lo cerraron y nos trasladaron en masa al campus de Morningside Heights. Durante el resto de mi carrera me senté con la clase del Columbia College, pasé sus exámenes y fui puntuado según sus criterios.

¿Me convirtió eso en un miembro de la clase? No. Estaba clasificado como universitario sin graduación. Cuando llegó el momento de la graduación, todos los miembros del Columbia College consiguieron un B.A.,
Bachelor of Arts
, el título de los caballeros. Yo recibí un B.S.,
Bachelor of Science
, un título de menos prestigio. Pensé que esto era debido a que me había especializado en un tema específico. Pero no, después averigüé que era una demostración de ciudadanía de segunda, y otra causa más de irritación para mí. Además, con el tiempo, la universidad creó la School of General Studies para sustituir a la University Extension. Se ocupaba sobre todo de los estudiantes nocturnos que tenían que trabajar durante el día. Bajo este nombre reunieron varias categorías diferentes, incluidos los estudiantes no graduados. Esto significa que estoy inscrito como alumno de esta facultad y que cualquier biógrafo descuidado podría llegar a la conclusión de que fui a ese centro nocturno. No lo hice.

Con el tiempo, la Universidad de Columbia estuvo lo bastante orgullosa de mí como para nombrarme doctor honoris causa, agasajarme y hacer que presidiera distintas ceremonias. Y cuando el Columbia College me invitó a que les diera una ceremonia, era lo bastante importante como para insistir en que sólo lo haría si me incluían en la promoción de 1939. Lo hicieron y en 1979 asistí a la reunión de cuadragésimo aniversario. No es que me apeteciera (por lo general, no voy a las reuniones porque no me gusta mucho sumergirme en la nostalgia), pero en esta ocasión fui para ejercer mi derecho, por decirlo de alguna manera. No conocía a ninguno de los demás asistentes y, aunque ellos a mí sí, no creo que ninguno me recordara como compañero de clase.

En muchos aspectos mi carrera en el
college
fue un fracaso quizá mayor que el del instituto. Se produjo un mayor declive en mi capacidad académica. En mis estudios primarios era el niño más listo de la clase. En el instituto, uno de los más listos. En el
college
, no fui más que un alumno inteligente que no destacaba.

El mayor fracaso se produjo al final de mis estudios en el
college
.

Al terminar, había un peligro. Mientras estudiaba, era un alumno contento: estaba en casa, trabajaba con mi familia y vivía una vida regular y equilibrada. Pero a medida que pasaban los años, la graduación, el título y el fin de los estudios parecían amenazantes, y tendría que buscar un trabajo. Iba a graduarme en 1939. tendría diecinueve años y seguía siendo difícil encontrar un trabajo. Además, algunas profesiones estaban prohibidas para mí, no importa la razón. No podía obtener un tipo de trabajo del que los judíos estaban excluidos de manera automática. La clase de trabajo que coloca a uno en el camino para alcanzar las posiciones más prestigiosas y lucrativas, por supuesto. Pero no me estoy quejando de antisemitismo. Incluso si no hubiera sido judío pero hubiera sido el mismo, no habría cumplido los requisitos. No tenía buena apariencia, era desgarbado, con la cara llena de acné, una sonrisa burlona que aparecía con facilidad y, creo, proporcionaba a mi rostro una expresión ridícula y, lo peor de todo, carecía de diplomacia. No puedo imaginar que nadie me quisiera dar trabajo.

BOOK: Memorias
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