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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Biografía

Memorias (13 page)

BOOK: Memorias
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No puedo explicar el caso de Heinlein de la misma manera, ya que no creo que siga las opiniones de sus esposas a ciegas. Solía pensar en ello perplejo (por supuesto, nunca se me habría ocurrido preguntar a Heinlein; estoy seguro de que no me hubiera respondido, y habría demostrado la mayor hostilidad), y llegué a una conclusión: nunca me casaría con alguien que no estuviera de acuerdo, en términos generales, con mis opiniones políticas, sociales y filosóficas.

Casarse con alguien con opiniones completamente diferentes sobre estos principios básicos supondría buscarse una existencia llena de discusiones y controversias, o bien (cosa en cierto modo peor) llegar al acuerdo tácito de no discutir nunca de estos temas. Pero no creo que haya ninguna posibilidad de llegar a un acuerdo. Desde luego yo no mudaría de opinión sólo por mantener la paz del hogar y no querría una mujer tan poco firme en sus convicciones que fuera capaz de hacerlo. No, yo quería una esposa compatible con mis ideas, y debo decir que esto ha sido así en el caso de mis dos mujeres.

Otra cuestión acerca de Heinlein es que no era de esos escritores que, tras encontrar un estilo determinado, siguen siendo fieles a él durante toda su vida, a pesar de que las modas cambien. Ya he dicho que E. E. Smith era de ésos y debo admitir que yo también. Las novelas que he escrito últimamente son del mismo tipo de las que escribí en los años cincuenta. (Muchos críticos me han censurado por ello, pero les haré caso el día que el cielo se desplome sobre nuestras cabezas.)

Heinlein intentó evolucionar con los tiempos, así que sus últimas novelas no desentonaron por lo que se refiere a las modas literarias posteriores a los sesenta. Digo que "intentó" porque pienso que no lo logró. No soy quién para juzgar la obra de otros escritores (ni siquiera la mía) y no me gusta hacer afirmaciones subjetivas sobre ellos, pero me veo obligado a admitir que siempre deseé que Heinlein hubiera mantenido el estilo de relatos como
Solution Unsatisfactory
(
ASF
, octubre de 1941), que escribió bajo el seudónimo de Anson McDonald, y de novelas como
Double Star
(
Estrella doble
), publicada en 1956, que para mí es su mejor obra.

Destacó también más allá del mundo limitado de las revistas de ciencia ficción. Fue el primero de nuestro grupo en abrirse paso en las revistas "satinadas", al publicar
The Green Hills of Earth
en
The Saturday Evening Post
. Durante algún tiempo le tuve bastante envidia, hasta que me convencí de que él estaba llevando adelante la causa de la ciencia ficción y facilitándonos el camino a todos los demás. Heinlein estuvo también metido en una de las primeras películas que intentaban ser al mismo tiempo inteligentes y de ciencia ficción:
Con destino a la luna
. Cuando los Escritores de Ciencia Ficción de América empezaron a entregar sus premios Gran Maestro en 1975, Heinlein recibió el primero por aclamación general.

Murió el 8 de mayo de 1988 a la edad de ochenta años. Su fallecimiento fue muy sentido incluso en ámbitos ajenos a la ciencia ficción. Se mantuvo firme en el primer puesto como el más grande escritor de este género.

En 1989, se publicó a título póstumo su libro
Grumbles from the Grave
. Se trata de un epistolario formado por cartas que escribió a los directores y, sobre todo, a su agente. Lo leí y negué con la cabeza, deseé que no se hubiese publicado, ya que Heinlein (al menos me lo parecía a mí) revelaba en esas cartas una mezquindad de espíritu que había visto en él en la época de la NAES y que no debió ser revelada al público en general.

25. Lyon Sprague de Camp

Lyon Sprague de Camp nació en 1907, el mismo año en que vio la luz Robert Heinlein. Es alto y guapo, se mantiene erguido y tiene una preciosa voz de barítono (aunque es incapaz de cantar una sola nota). Cuando le vi por primera vez llevaba un cuidado bigote y en los años posteriores le añadió una barba perfectamente recortada. Hay algo muy británico en su apariencia.

De toda la gente que conozco es el que menos ha cambiado de aspecto. Le conocí cuando tenía treinta y dos años. En la actualidad, cincuenta años después, se le reconoce enseguida con facilidad: un poco menos de pelo, la barba un poco más gris, pero el mismo L. S. de Camp. Otros han cambiado tanto que si los pusiera junto a una foto suya de cuando eran jóvenes, no parecerían los mismos.

Parece formidable y reservado, pero él no es así. Es (aunque parezca increíble) tímido. Yo creo que por ese motivo nos llevamos tan bien, porque en mi presencia nadie puede ser tímido; no lo permito. Conmigo, se puede relajar. De cualquier manera, siento por él un profundo afecto. Desde el principio, cuando nos conocimos en la oficina de Campbell en 1939 y yo era un principiante de diecinueve años y él ya era un escritor consagrado, me trató con respeto y se ganó mi corazón. Y desde entonces siempre nos hemos mantenido en contacto aunque estuviéramos en ciudades diferentes.

Siempre he sentido demasiado temor y respeto como para llamar a John Campbell por su nombre de pila, y he sido lo bastante distante con Heinlein como para hacerlo con él. Pero De Camp, para mí, es, ha sido y siempre será "Sprague".

Lleva casado con su mujer, Catherine, más de cincuenta años (cuando lo conocí estaba recién casado). Ésta nació el mismo año que él y ha conservado exactamente su buen aspecto de siempre. De apariencia eternamente joven, ambos llevan una vida muy ocupada escribiendo y viajando.

Sprague tuvo problemas para ganarse la vida durante la Depresión (¿no los tuvimos todos?) y en 1937 se dedicó a la literatura de ciencia ficción. Su primer relato,
The Isolinguals
, apareció en septiembre de 1937 en
ASF
. Esto era en los días anteriores a Campbell, y cuando éste asumió el liderazgo, introdujo tales cambios en el género que muchos autores, muy conocidos antes de Campbell, no fueron capaces de realizar la transición y se quedaron en la cuneta. (Fue como la carnicería que se produjo entre las estrellas del cine mudo cuando llegaron las películas sonoras.) No obstante, Sprague aguantó sin dificultad.

Es uno de esos escritores de ciencia ficción que domina la ficción y la no ficción con igual facilidad. Ha escrito muchos libros sobre aspectos poco importantes de la ciencia y siempre ha mantenido la lógica más estricta al hacerlo. También ha escrito obras estupendas de fantasía y novelas históricas excelentes.

Heinlein, Sprague y yo estuvimos juntos en la Naval Air Experimental Station durante la Segunda Guerra Mundial. Al empezar, éramos todos civiles. A Heinlein no se le permitió alcanzar rango de oficial y yo me negué en redondo a llevar galones. Pero Sprague lo intentó y pronto llegó a ser teniente de navío. Antes de que terminara la guerra había ascendido a capitán de corbeta, aunque sus obligaciones le mantuvieron detrás de una mesa en la NAES.

Ahora voy a repetir una historia que ya conté en mi anterior biografía.

Por razones de seguridad, todos teníamos que llevar tarjetas de identificación cuando entrábamos en el área de la NAES. Si nos la olvidábamos, nos trataban con cierto desprecio, nos daban una tarjeta temporal y nos descontaban una hora de paga.

En nuestros primeros días allí, Sprague y yo íbamos a menudo a trabajar juntos, y una vez, cuando llegamos los dos a la puerta, se tocó la solapa de la chaqueta y dijo:

—¡He olvidado mi tarjeta!

Para él esto era importante, ya que un incidente de este tipo en su historial podría entorpecer sus aspiraciones de convertirse en un oficial.

Así que me quité mi tarjeta y le dije:

—Sprague, coge ésta y póntela. Nadie la va a mirar y podrás pasar. Me la devuelves al salir de trabajar.

—Pero ¿qué vas a hacer tú? —me preguntó.

—Me ganaré una bronca, pero estoy acostumbrado.

—Vale más tener un buen corazón que una medalla —murmuró Sprague con voz ronca.

Desde entonces, Sprague nunca ha dejado de cantar mis alabanzas, de palabra y por escrito, aunque afirma que no recuerda el incidente. Me gusta pensar que mi gesto estuvo motivado por mi cariño sincero con Sprague, pero si fuera un auténtico cínico con el don de la previsión, podría haberlo considerado como una buena inversión.

Después de la Segunda Guerra Mundial, Sprague se quedó en Filadelfia y yo volví a Nueva York. Asistí a la celebración de su ochenta cumpleaños el 27 de noviembre de 1987. En 1989, Sprague y Catherine se trasladaron a Tejas para disfrutar de un clima más templado y para estar más cerca de sus dos hijos, Lyman y Gerard. No importa. Hablamos por teléfono ayer por la noche.

26. Clifford Donald Simak

Clifford Donald Simak nació en 1904 y trabajaba como periodista en Mineápolis. Mi primer contacto con él fue cuando leí un relato,
The World of the Red Sun
, en el número de diciembre de 1931 de Wonder Stories. Me gustó tanto que a la hora del almuerzo en el instituto, me senté en el bordillo de la acera y se lo conté con todo detalle a una multitud de niños atentos.

No me fijé en que el autor fuera Clifford Donald Simak. Ni siquiera me di cuenta de ello hasta cuarenta años después, cuando estaba reuniendo una antología de mis historias favoritas de los años treinta, que se publicó bajo el título de
Antes de la Edad de Oro
. Para entonces, Cliff era un viejo y apreciado amigo y me quedé estupefacto al descubrir que el relato que me había gustado tanto era el suyo.

En realidad,
The World of the Red Sun
era la primera historia de Cliff. Escribió algunas más y después lo dejó porque no le gustaba la ciencia ficción que se estaba publicando. Pero cuando Campbell se hizo cargo de
ASF
, animó a Cliff y empezó de nuevo, convirtiéndose rápidamente en uno de los principales pilares de Campbell.

Ahora debo contar cómo nos hicimos amigos, aunque lo he relatado a menudo.

Cliff Simak publicó
Rule 18
(
ASF
, julio de 1938) y en mi carta mensual que por aquel entonces escribía para la revista decía que no me había gustado y le daba una puntuación muy baja.

Al poco tiempo, me llegó una carta muy educada de Cliff, pidiéndome detalles sobre lo que estaba mal para así poder mejorar. Su cortesía y amabilidad me dejaron sin respiración y, con franqueza, dudo mucho que yo pudiera hacer gala de semejante cortesía y amabilidad con cualquier mequetrefe presuntuoso que tuviera la temeridad de criticar uno de mis relatos.

Sin embargo, esto era típico de Cliff, que, sin duda, era una de las figuras menos controvertidas de la ciencia ficción. Nunca oí una frase en su contra, sólo frases de aprobación.

En cualquier caso, volví a leer
Rule 18
(para entonces ya conservaba mis revistas de ciencia ficción) y descubrí, profundamente avergonzado, que era un relato muy bueno y que me gustaba.

Lo que me había desconcertado era que Cliff había pasado de una escena a otra sin nada que las relacionara y, al leerlo por primera vez, puesto que no estaba acostumbrado a esta técnica, me quedé perplejo. En la segunda lectura, lo comprendí y me di cuenta de lo que Cliff había hecho y del porqué. Había dado mucha más agilidad a la historia.

Le escribí una carta reconociendo humildemente mi error. En ese momento se inició una correspondencia y empezó nuestra amistad (anterior incluso a la venta de mi primer relato), que duró hasta la muerte de Simak.

Además, el incidente hizo que leyera sus historias con cuidado y que imitara su estilo sencillo y claro. Creo que lo he logrado en cierta medida y que esto ha mejorado muchísimo mi forma de escribir. Es el tercero de los tres que me formaron en mi carrera literaria. John Campbell y Fred Pohl lo hicieron por precepto y Cliff Simak con su ejemplo.

He contado tantas veces esta historia que Simak, un individuo sumamente modesto, me preguntó bastante avergonzado si algún día dejaría por fin de elogiarle.

Le respondí con una sola palabra:

—¡Nunca!

Cliff fue uno de los que recibió el premio de Gran Maestro de los Escritores de Ciencia Ficción de América; galardón totalmente merecido.

Murió el 25 de abril de 1988, a la edad de ochenta y cuatro años. Pero Heinlein murió menos de dos semanas después, así que la muerte de Simak fue relegada a un segundo plano. Eso me dolió mucho, porque aunque Heinlein era el escritor de más éxito, no pude menos de pensar que Cliff era mejor persona.

27. Jack Williamson

Jack Williamson es la clase de nombre anglosajón que cuadra perfectamente a los folletines, pero él lo consiguió con honestidad. Su verdadero nombre es John Stewart Williamson, y Jack su apodo natural.

Nació en 1908 y en esto momentos es el decano incuestionable de los escritores de ciencia ficción, ya que su primer relato,
The Metal Man
, apareció en
Amazing
en diciembre de 1928, y él sigue en activo, una marca que no ha igualado ningún escritor importante en este campo, que yo sepa. Es otra figura querida, por encima de cualquier controversia y crítica, sólo por detrás de Cliff Simak. Su obra de los años treinta está entre mi literatura preferida.

Fue uno de los pocos que hizo la transición de antes de Campbell a Campbell sin problemas, y la segunda persona (después de Heinlein) que recibió el título de Gran Maestro de los Escritores de Ciencia Ficción de América.

Mi primera experiencia de la bondad de Jack llegó en 1939, cuando después de que se publicara mi primer relato,
Marooned off Vesta
, recibí una postal en la que me decía: "Bienvenido a bordo." Fue el primer acontecimiento que me hizo sentir como un escritor de ciencia ficción y nunca he dejado de estarle agradecido por su gesto considerado y generoso.

Williamson se había criado en la pobreza, en el Suroeste, y su educación era muy limitada cuando nos empezamos a escribir. Pero después volvió a la escuela y con el tiempo consiguió una plaza de profesor. Un caballero realmente asombroso.

Como en el caso de Cliff Simak, sólo he visto a Jack en esas raras ocasiones en que los dos asistimos a los mismos congresos de ciencia ficción.

28. Lester del Rey

Lester del Rey (la forma sencilla de un sonoro apellido español) nació en 1915. Es un individuo bajo y delgado, con una gran voz y una personalidad agresiva. Su cara es tringular, se estrecha en la barbilla, y lleva gafas con cristales muy gruesos desde que le operaron de cataratas. Cuando le conocí, en 1939, iba completamente afeitado, pero ahora ostenta una espesa barba que, desde entonces, no ha dejado de crecer. Siempre he tenido la sensación irresistible de que se parece al personaje de Gandalf de
El señor de los anillos
de Tolkien.

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