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Authors: Lee Correy

Tags: #Ciencia ficción

La morada de la Vida (4 page)

BOOK: La morada de la Vida
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—¿Qué tal, señor Spock? ¿Ha encontrado ya algún dato interesante del que informar?

Spock tenía la cabeza metida en la capucha del visor de la consola de la biblioteca de la computadora. No obstante, levantó la mirada, garrapateó algunas notas en una libreta y se volvió luego hacia el capitán.

—Mi examen es superficial, capitán, pero tengo ya algunos datos preliminares que resultan bastante fascinantes…

—Bueno, no nos tenga en suspenso, señor Spock —le espetó McCoy.

Spock hizo caso omiso del médico de la nave, al menos dio esa impresión, cosa que probablemente irritó a McCoy mucho más que si Spock le hubiera replicado con una lógica aplastante.

—El diámetro medio planetario es de nueve mil setecientos cincuenta kilómetros, y su gravedad superficial parece ser de siete coma ochenta y cuatro metros por segundo cuadrado… o alrededor de ocho décimas de la gravedad estándar. Dispondré de datos más precisos cuando establezcamos una órbita corriente. Mis datos preliminares indican que el planeta recorre una órbita de cero coma nueve mil trescientos setenta y cinco respecto a su órbita original, con una excentricidad orbital de cero coma noventa y ocho. Otros datos, que son altamente preliminares, incluyen una inclinación del eje de rotación respecto al plano orbital de apenas poco más de doce grados. Duración del día solar de veintiséis horas, doce minutos y treinta y cuatro segundos, con un error probable del cinco coma sesenta y ocho por ciento. Yo estimaría la duración del año en trescientos ocho días, cuatro horas y diecisiete minutos, con un error probable de treinta y cinco minutos más o menos.

—Es lo bastante aproximado para los trabajos de la Federación —masculló Sulu para sí.

—Excelente. —Kirk parecía entusiasmado—. ¿No tenemos aún ningún dato de la atmósfera?

—Negativo. Preveo que dichos datos los adquiriremos con seguridad en el plazo de una hora después de establecer la órbita regular.

—¿Y qué se supone que indican todos esos números? —quiso saber McCoy—. Spock, es usted realmente capaz de hacer sobresalientes trabajos de luz de gas…

—¿Perdón?

Kirk miró al médico de la nave, plenamente consciente de la rivalidad que existía entre el tremendamente lógico y científico primer oficial, y el pragmático, emotivo y también científico oficial médico.

—La luz de gas no ha existido nunca en Vulcano —le dijo amablemente al médico—. En realidad, los números me dicen muchas cosas, Bones, de la misma forma en que los biosensores de su enfermería le informan a usted del estado de la salud de un paciente. Por ejemplo, tomemos el diámetro y la gravedad superficial. La combinación de ambos me dice que se trata de un planeta rocoso, definitivamente de tipo M, con una gravedad lo suficientemente poderosa como para retener gases atmosféricos como el oxígeno y el nitrógeno. La distancia a la que se encuentra de la estrella y la excentricidad de su órbita me indican que probablemente sea lo suficientemente cálido como para que podamos utilizarlo. En ese planeta hay casquetes polares, océanos y nubes. Todos esos datos se combinan para decirme que existen en él agua líquida y agua vaporizada en la atmósfera. La inclinación del eje —alrededor de la mitad del de la Tierra—, me informa además que no tiene cambios estacionales pronunciados, por lo que probablemente los casquetes polares no cambian de tamaño. Eso también significa un clima planetario razonablemente suave. ¿Está usted de acuerdo con mis especulaciones, señor Spock?

Spock meditó durante un instante.

—Sus conclusiones podrían ser un poco precipitadas, capitán. En general, estoy de acuerdo con usted. Parece ser un planeta tibio y cómodo, con agua abundante y probablemente con una vegetación exuberante… lo que a su vez significa algún tipo de vida animal para mantener el equilibrio ecológico. A causa de la extensión del océano que funciona como absorbente del calor, sospecho que el clima general del planeta es bastante regular, sin cambios violentos de las condiciones atmosféricas. Sin embargo…

—Sin embargo —lo interrumpió Kirk—, cada vez que nos encontramos con un planeta nuevo nos damos cuenta de lo poco que sabemos sobre planetología.

—Bastante cierto, capitán. Existe un factor inquietante que no he mencionado.

—¿Y es?

—Esta estrella de clase G3, capitán, que es muy parecida al Sol; no obstante, parece poseer las características de una estrella irregular variable.

—¿Quiere decir que podría estallarnos encima? —quiso saber McCoy.

—No, doctor —replicó Spock con una enorme paciencia—. Significa que sus constantes estelares, es decir, la emisión de energía radiante y partículas de sus procesos termonucleares, son ligeramente inestables. Varían en un grado aún desconocido. En este momento no sé si esta estrella aumentará o disminuirá su emisión, y desconozco los factores que provocan esos cambios.

—En otras palabras, Bones —aclaró Kirk—, esta estrella tiene hipo.

—Bueno, lo que es seguro es que no puede ser demasiado inestable con excesiva frecuencia —indicó McCoy, señalando las zonas verdes y marrones de los continentes a medida que iban apareciendo en la pantalla—. Quemaría o congelaría todo lo que hay en la superficie de ese planeta.

—Sospecho que nuestra partida de descenso va a encontrarse con una flora y una fauna bastante insólitas, que se han adaptado a esos cambios estelares —dijo Spock.

Kirk asintió con la cabeza.

—Estoy de acuerdo. Ciertamente hemos hecho un descubrimiento sobresaliente esta vez… un planeta aislado orbitando una estrella variable irregular dentro del vacío que media entre los dos brazos. Indudablemente proporcionará a la Federación un buen punto de escala para una ruta comercial que eventualmente desarrollara a través del vacío hasta el brazo de Sagitario. Mientras Scotty y su equipo de ingeniería trabaja en el motor hiperespacial, nosotros emplearemos nuestro tiempo en realizar el examen más completo que podamos hacer de este lugar.

—Existe otro factor inquietante, capitán —declaró Spock.

—¿Bien?

—La radiación del transportador.

Uhura intervino en ese momento.

—Cuanto más nos acercamos, más potente se vuelve la radiación del transportador o los transportadores. Es como si ahí abajo estuviera funcionando casi constantemente una red de transportadores que abarcaran todo el planeta. No se percibe interrupción alguna de las señales. No hay el tipo de aumento de escáner o fase que esperaríamos del uso irregular del transportador de la
Enterprise
. Casi me recuerda la actividad prácticamente constante de los transportadores de San Francisco y el Cuartel General de la Flota Espacial de la Tierra.

Kirk meditó sobre aquello durante un instante, mientras observaba la imagen que continuaba creciendo en la pantalla a medida que la
Enterprise
se acercaba a él.

—¿Hay alguna señal de vida inteligente, Spock?

—Afirmativo, señor; la radiación de los transportadores.

—¿Qué hay de indicios de ciudades?

—Todavía estamos demasiado lejos, capitán.

—¿Se capta alguna actividad de comunicaciones dentro del espectro electromagnético o subespacial?

—Negativo, capitán —informó Uhura—. He estado barriendo con los escáners desde diez kilohertzios a cien gigahertzios dentro del espectro electromagnético, y he mantenido una vigilancia muy estrecha del espectro subespacial. No hay nada, señor. Ninguna radiación en absoluto. Tan sólo sonidos de fondo provenientes de la estrella misma. Si hay vida inteligente utilizando transportadores ahí abajo, la ausencia de radiaciones de comunicación es muy insólita.

—Spock, ¿detectan los sensores algún vehículo que se desplace dentro de la atmósfera del planeta, o naves espaciales que estén operando fuera de ella?

—Negativo, capitán.

—¿Por qué —reflexionó Kirk en voz alta—, hay aparentemente vida inteligente ahí abajo, lo bastante avanzada como para tener una tecnología del tipo de la de los transportadores, pero sin comunicaciones ni viajes espaciales? ¿Qué tipo de vida vamos a encontrar, que haya sido capaz de desarrollarse en un planeta completamente aislado que órbita una estrella variable irregular emplazada a varios cientos de parsecs de cualquier otra estrella?

—Como creo que señaló el doctor McCoy hace un instante —observó Spock—, el universo suele ser más extraño de lo que podemos imaginar.

—Y los tripulantes de la
Enterprise
ya tendríamos que haberlo aprendido a estas alturas, ¿no es así? —replicó Kirk, mientras se ponía de pie y miraba por encima de un hombro de Sulu—. Señor Sulu, por favor active nuestros escudos defensivos, por si acaso los que están en ese planeta tienen realmente algún tipo de sistema de defensa espacial y deciden disparar contra nosotros por considerarnos unos intrusos ni anunciados ni bienvenidos de su aislamiento. No arriesgaré la nave en ese sentido. Y advierta a la tripulación de los cañones fásicos para que estén en alerta de espera. Establezca una órbita estándar y encárguese de los preparativos. Cuando tengamos una idea más clara de lo que está ocurriendo ahí abajo, organizaremos una partida de tierra para transportarla al planeta. Mientras tanto, señor Spock, continúe con el examen del planeta. Vamos a necesitar todos los datos que seamos capaces de reunir antes de descender. Hay muchas preguntas para las que me gustaría obtener la respuesta antes de transportarnos a ese planeta porque, por encima de todo, debemos tener muy presente la Orden General Número Uno si lo que tenemos ante nosotros es una especie inteligente que ha estado tan aislada…

DIARIO DEL CAPITÁN: FECHA ESTELAR 5067.7

La Enterprise ha estado orbitando el planeta durante cuatro turnos. Los sondeos de los sensores indican una gran variedad de formas de vida, pero en la superficie no se advierte ninguna actividad visible de transporte. No hay barcos navegando por los océanos, ni aviones que se desplacen por la atmósfera, ni actividad alguna de viajes espaciales. No obstante, vemos algunos indicios de granjas, pueblos e incluso ciudades, aunque vacilaría en llamarlas «ciudades» según las conocemos. Y no hay indicios de comunicaciones ni dentro del espectro electromagnético ni del subespacial. Hay algo que habita ese planeta, alguna especie lo suficientemente avanzada como para desarrollar la tecnología del transportador y las fuentes de energía necesarias para activar un sistema semejante. Tampoco hemos identificado las fuentes de energía, hasta el momento, aunque podrían ser de tipo solar pasivo.

Tanto el capitán de corbeta Scott como el señor Spock creen que cualquier cultura que posea la tecnología del transportador tendría que estar en condiciones de ayudarnos en la reparación del motor hiperespacial. De no ser así, obviamente existen recursos naturales de los que Scott podrá obtener las materias primas necesarias para completar las reparaciones, dado que me informó que esto no podrá hacerse sin fabricar piezas nuevas… y no las tenemos a bordo. Debido a ello, tendremos que utilizar los recursos de este planeta de una forma u otra.

Sin embargo —y especialmente quiero dejar constancia de ello—, me hallo enfrentado con un dilema. Si hay vida inteligente en este planeta —como en verdad parece a pesar de que hasta ahora no han hecho caso alguno de la nave que lo orbita—, ¿cómo vamos a establecer contacto con ellos y permitirle a Scott que repare nuestra nave sin violar la Primera Directriz?

Por otra parte, podríamos encontrarnos con una cultura lo suficientemente avanzada que requiriese el establecimiento de relaciones diplomáticas preliminares entre la Federación y sus organizaciones políticas.

Este dilema no está resuelto. Spock ha recogido ya los datos suficientes como para permitirnos transportar a un primer grupo de descenso a la superficie.

Consecuentemente, seré transportado con ese grupo durante la próxima órbita. Es la única forma de poder obtener las respuestas que necesitamos ineludiblemente.

El grupo de descenso se reunió en la sala del transportador. Kirk miró a cada uno de sus miembros: Scotty, Bones McCoy, y la ordenanza Janice Rand. Todos habían bajado en otras ocasiones a planetas desconocidos y probablemente peligrosos. Eran profesionales y sabían lo que hacían. Kirk había dejado a Spock al mando, y podía por tanto apartar de su mente la preocupación por el bienestar de la
Enterprise
y concentrarse en la tarea que debía realizar: enfrentarse con lo desconocido.

El teniente Kyle, que estaba a los mandos del transportador, se mostraba aprensivo. El sudor le manaba de la frente mientras manipulaba los controles.

—Capitán, estoy teniendo muchos problemas para seleccionar el punto de materialización de la partida sobre el planeta. En la superficie hay un tráfico de transportación terrible.

Scotty se acercó a ayudarlo.

—Muchacho, encuentre un agujero, fije el rayo sobre él, y transpórtenos cuando haya sintonizado la fase —le dijo al joven oficial—. Dado que ahí abajo no hay ningún tipo de tráfico de comunicaciones, tendría que poder fijar el rayo en cualquiera de nuestros comunicadores en cualquier momento para transportarnos de vuelta a la nave. Mantenga abierto el canal de datos que lo comunica con la teniente Uhura.

—¿Cree usted que pueden presentarse problemas a la hora de transportarnos de vuelta a bordo, Scotty? —quiso saber Kirk.

El ingeniero se reunió con el grupo de tierra. —Negativo, capitán. Yo he entrenado bien a esta gente; serán capaces de llegar hasta nosotros sin problemas.

—Muy bien. —Kirk recorrió al grupo con los ojos—. Vamos allá.

Ocuparon sus puestos sobre la plataforma del transportador.

—Activación —dijo secamente.

Kyle dudó y tocó algunos controles.

—¿Y bien, caballero? —le preguntó Kirk al oficial de transporte.

—Estoy buscando una interrupción adecuada en el tráfico de la superficie para trasladarlos allí, señor. ¡Allí está! Activación.

La partida se materializó en un hermoso calvero parecido a un jardín que tenía un pequeño estanque al que alimentaba la murmurante agua de un arroyuelo. Los árboles se elevaban hacia el cielo azul y desprovisto de nubes. Había objetos elegantemente emplazados aquí y allá: bancos, asientos, mesas, y lo que parecían estatuas.

Kirk se encontró a menos de tres metros de una hermosa humanoide que era casi una cabeza más alta que él. Llevaba puesta una túnica blanca holgada y corta, ceñida con un cinturón a la altura de su finísima cintura. De un tahalí que llevaba al hombro, colgaba lo que parecía ser una pistola. A pesar de que era alta y delgada casi hasta el punto de parecer desgarbada, la mujer alienígena era en todo humanoide excepto en el color dorado bronce de su piel.

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