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Authors: Lee Correy

Tags: #Ciencia ficción

La morada de la Vida (3 page)

BOOK: La morada de la Vida
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—Procesando —respondió monótonamente la voz femenina, creada por sintetizador, de la computadora.

Kirk se volvió a mirar la imagen de escáner proyectada en la pantalla principal.

—Ordene el máximo de aumento e intensificación de imagen, señor Spock. Ahí fuera no parece haber ninguna estrella.

Y no las había.

Con la máxima intensificación, lo mejor que los escáners eran capaces de recoger era una débil banda de luz que manaba de las estrellas del plano galáctico.

—Informando —dijo la voz de la computadora de la nave—. No se reconoce ningún grupo de estrellas conocidas. Más instrucciones, por favor.

—Computadora, realiza otros análisis de los grupos de estrellas seleccionados, partiendo de la base de un desplazamiento navegacional de varios cientos de parsecs hacia el centro de la galaxia, y ajustando el paralaje en consecuencia —le ordenó Spock.

—Procesando.

—¿Estamos todavía en la galaxia, señor Spock? —quiso saber Kirk.

—Afirmativo. He identificado el Centro Shapley —le respondió Spock, mirando al interior del visor cubierto de la consola de la biblioteca—. Pero hay una cantidad de polvo interestelar considerable a lo largo del plano de la galaxia. Por ese motivo, me resulta muy difícil identificar cualquier agrupación conocida de estrellas. Necesitaré al menos dos referencias estelares reconocibles, además del Centro Shapley, antes de poder realinear el sistema de navegación interestelar de inercia.

—Pero ¿en qué lugar de la galaxia estamos?

—Todavía no puedo darle una respuesta precisa, capitán.

—En ese caso, especule.

—Muy bien. Hemos saltado una distancia estimada de alrededor de trescientos parsecs, y aparentemente nos hallamos en el vacío que hay entre los brazos de Orión y Sagitario. Se trata de un espacio totalmente desconocido e inexplorado, capitán. En este momento no puedo localizar una sola estrella que conozca.

La ordenanza Janice Rand avanzó hasta Kirk para informar.

—Señor, he detenido la hemorragia del corte que el señor Chekov tiene en la frente, y el brazo de la teniente Uhura parece estar sólo contusionado, no roto. Le he puesto una inyección de analgésico suave en cada antebrazo. Eso le aliviará el dolor hasta que el doctor McCoy pueda hacerle una revisión profesional. Pero al señor Sulu tendremos que llevarlo a la enfermería en cuanto consigamos que un equipo médico se traslade hasta aquí.

—¿Qué tal se encuentra, teniente? —preguntó Kirk con tono amable—. ¿Puede continuar haciéndose temporalmente cargo de su puesto?

—Sí, señor. Estoy dolorida, pero no tanto como para pedir que me releven.

—Bien. Primero, establezca contacto con la Base Estelar Cuatro e informe de lo ocurrido. Luego hágame un resumen de los informes de daños internos y heridos.

—De inmediato, señor. —A pesar de que en el rostro de Uhura se veía que estaba realmente herida, ella se mantuvo en su puesto, se colocó el receptor en el oído y emprendió el intento de comunicarse con la Base Estelar Cuatro.

—Trescientos parsecs —meditó Kirk, haciendo cálculos mentales—. Eso es un viaje largo a una velocidad hiperespacial de factor dos…

—Ciento veintidós coma veinticinco años de tiempo real para ser exactos, capitán —precisó Spock.

—Y eso sólo para salir de este vacío y regresar al brazo de Orión —agregó James T. Kirk—. Scotty, hay que conseguir reparar esa unidad hiperespacial y hacer que vuelva a funcionar.

—Sí. —El oficial ingeniero asintió con la cabeza—. No podemos arrastrarnos por la galaxia con sólo una unidad en funcionamiento. Estaríamos todos viejos y canosos cuando llegáramos a la Base Estelar Cuatro.

—¿Cuánto tiempo llevará reparar la unidad hiperespacial? —quiso saber Kirk.

—No puedo decírselo aún —replicó Scotty—. Lo primero es asegurarse de que todos los sistemas internos están funcionando, y a estas alturas ya casi lo tenemos todo en su sitio. Me pondré a trabajar en la revisión de la unidad hiperespacial. Pronto tendré una respuesta para usted.

Las puertas del turboascensor suspiraron al abrirse, y Bones McCoy entró con un equipo de cuatro enfermeros.

—Bueno, ya era hora —comentó el alférez Chekov.

—La mitad de la tripulación está herida, la mayoría de los ascensores no funcionan, ¿y usted espera un servicio de ambulancias? —le espetó McCoy, obviamente bajo unas presiones y exigencias muy superiores a lo que era de su agrado. Recorrió el puente con los ojos—. ¿Quién está herido?

—Será mejor que se lleve a Sulu de inmediato a la enfermería —señaló Kirk—. También Uhura y Chekov se han golpeado.

McCoy estuvo de inmediato junto a Sulu, con el sensor médico desenfundado y examinando el cuerpo del oficial timonel.

—Tiene razón. Presenta heridas internas. ¿Cómo se encuentra usted, Uhura?

La oficial de comunicaciones estaba atareada ante su terminal y no oyó la pregunta del médico. McCoy se acercó a examinarla y ella no pareció advertir su presencia. Finalmente se volvió hacia Kirk.

—Capitán, lo siento, pero no puedo acceder a la Base Estelar Cuatro. En realidad, no puedo acceder a ninguna de las frecuencias subespaciales, ni siquiera a la comunicación corriente por
buzzer
ni a los canales de comunicación entre naves. Nada, excepto sonidos de Jansky y silbidos subespaciales.

—Lo que significa que será mejor que me encargue de la unidad subespacial o nos quedaremos aquí, en medio de ninguna parte, para siempre —comentó Scott, avanzando hacia el turboascensor—. Bajaré hasta la sala de máquinas, capitán. Le haré saber el estado del otro motor lo antes posible —dijo, y desapareció por la puerta.

Kirk miró a su primer oficial.

—Spock, espero que pueda volver a alinear la unidad del SNII. Entretanto, señor Chekov, oriente nuestra popa hacia el Centro Shapley y mantenga un rumbo directamente opuesto, que nos aleje de él y nos lleve hacia el brazo de Orión. Factor hiperespacial uno. No quiero sobrecargar la unidad que nos queda.

—Sí, sí, señor.

DIARIO DEL CAPITÁN, ANEXO

Nos desplazamos lentamente de vuelta a casa, el brazo de Orión de la galaxia, a velocidad hiperespacial factor uno. Mediante técnicas de matrices aleatorias, Spock y la computadora de la nave han localizado nuestra posición a aproximadamente trescientos sesenta y cinco parsecs dentro del vacío que se encuentra entre los brazos de Orión y Sagitario, en las coordenadas galácticas Mark veintiuno coma cero uno, y a una distancia de aproximadamente mil seiscientos parsecs de la Base Estelar Cuatro. Esta enorme distancia, más la presencia de una considerable cantidad de polvo interestelar a lo largo del plano galáctico en el borde del brazo de Orión, explican la imposibilidad de que la teniente Uhura consiga establecer contacto con la Base Estelar Cuatro mediante la radio subespacial. El primer oficial Spock ha conseguido llevar a término un relativo realineamiento del SNII, que nos proporciona una capacidad de navegación rudimentaria. Las sondas de los sensores trabajando a máxima potencia han localizado unos cuantos sistemas de soles de tipo dos, pero no estamos lo suficientemente cerca de ninguno de ellos como para determinar si poseen planetas… Y vamos a tener que encontrar un planeta o planetoide que podamos orbitar con el fin de que el capitán de corbeta Scott pueda realizar las reparaciones que necesita nuestra segunda unidad hiperespacial, que está completamente inutilizada. De hecho, esas reparaciones requerirán materiales que Scott tendrá que extraer de algún yacimiento para poder fabricar las piezas. Sin un segundo motor hiperespacial, nos veremos condenados a arrastrarnos lentamente por el vacío que separa a ambos brazos galácticos durante quizá varios años antes de que logremos hacer llegar una señal de socorro a las instalaciones de la Federación. Por otra parte, el salto interrumpió una transmisión de datos a la Base Estelar Cuatro, lo que significa que el alto mando de la Flota Estelar sabe que la Enterprise se encuentra en dificultades en alguna parte. Sólo podemos esperar que se haya enviado una misión de búsqueda y rescate, razón por la cual le he ordenado a la teniente Uhura que transmita una llamada de ayuda a través de las frecuencias de emergencia de la Federación. Sin embargo, dado que no podemos contar con que nos llegue ayuda, tendremos que hacer todo lo que sepamos para salvarnos por nuestros propios medios, porque no pienso abandonar la Enterprise ni aun en el caso de que hallemos un planeta habitable pero seamos incapaces de reparar el motor hiperespacial. Llegaremos a casa con los datos recogidos… y haré todo lo posible para asegurarme de que no tardemos toda la eternidad en conseguirlo…

La mayor parte de los desperfectos superficiales habían sido reparados y los heridos habían recibido atención, pero la
Enterprise
continuaba arrastrándose lentamente a una velocidad de factor hiperespacial uno, con todos sus sensores funcionando a máximo alcance. Kirk pasó la mayor parte de su tiempo en el puente durante varias de las siguientes guardias. No podía admitir la posibilidad de un viaje extremadamente largo de vuelta al cartografiado y poblado brazo de Orión. No era su entrenamiento, sino su experiencia lo que le producía aquella sensación en las entrañas, absolutamente ilógica, de que sin duda estaba a punto de suceder algo que cambiaría para mejor las circunstancias en las que se hallaban. Había estado en demasiados aprietos y pasado por demasiadas situaciones de emergencia. No sólo tenía que mantener una apariencia personal de esperanza por la moral de su tripulación, sino que su propia forma de actuar no le hubiera permitido nada más.

Sabía que la única cosa con la que realmente podía contar era con el cambio.

Antes o después, tenía que ocurrir algo que inevitablemente alteraría el apuro en el que se encontraban.

Y así fue.

Fue Uhura quien lo descubrió.

—Capitán —le dijo, a mitad del sexto turno transcurrido desde el salto—. Estoy captando algo muy extraño. —Sus dedos ajustaban delicadamente los controles de la terminal de comunicación. Anticipándose a la pregunta de su comandante, continuó—. Es muy débil, pero tiene todas las características de la radiación proveniente de un sistema de transporte… y es continuo, no esporádico e intermitente como lo sería si un solo transportador operase sobre objetos secuenciales. Es como si hubiera muchos transportadores trabajando casi constantemente…

Kirk se había vuelto para encararse con ella.

—No hay nada que conozcamos de la galaxia capaz de emitir el patrón de transmisiones característico de un transportador, ¿verdad, teniente?

—No, señor. Es un patrón de escáner y fase muy específico.

—Eso es lo que yo creía. No es natural. ¿Puede identificar su procedencia?

—Afirmativo, capitán. ¿Quiere que componga los datos para la unidad lógica e integradora de la computadora de la nave en forma de entrada de sensor?

—Sí. Señor Chekov, ocúpese del puesto de la biblioteca de la computadora hasta que llegue Spock —ordenó Kirk—. Trace un curso hacia la fuente de las radiaciones de transportador. Si proviene del vacío que se extiende entre los brazos, significa que aquí vive alguien que utiliza transportadores. —Pulsó el botón de llamada general del brazo de su sillón—. Señor Spock, preséntese en el puente de inmediato.

Chekov, con un parche de plastipiel que le cubría el corte de la frente, ya estaba trabajando en la computadora.

—Ya tengo trazado un curso preliminar, capitán. La fuente de radiación de transportador parece provenir de Bearing cero siete, Mark noventa. No hay datos de su alcance.

—Teniente Kyle —le dijo Kirk al timonel—, vire hacia Bearing cero siete, Mark nueve. Proa hacia esa fuente de energía. Mantenga factor hiperespacial uno. Esa radiación de tipo transportador sólo puede tener un origen no natural, lo que indica una forma de vida inteligente en las proximidades; eso hace suponer que hay un planeta habitado. Y eso significa que Scotty podrá reparar el motor hiperespacial inutilizado. Uhura, alerta amarilla hasta que averigüemos qué o quién es responsable de esa emisión de energía.

2

—Teniente Uhura, es usted digna de encomio —dijo Kirk mientras observaban cómo crecía la imagen del planeta en la pantalla.

—Gracias, capitán, pero yo no descubrí este planeta. Simplemente detecté las insólitas señales de actividad de los transportadores que provenían de él —señaló Uhura.

—Así es, pero no las desechó usted como falsas —le recordó Kirk—. Esta estrella no debería estar aquí, y no debería tener un solo planeta orbitándola.

El doctor McCoy, cuya incansable labor de los últimos días había remendado a la mayor parte de la tripulación, se limitaba a observar junto al sillón de mando de Kirk pero no pudo contener un comentario.

—El universo no sólo es más extraño de lo que creemos; es más extraño de lo que podemos imaginar.

—Según creo —dijo Spock desde la terminal de la biblioteca de la computadora—, que esa frase ya fue dicha en el siglo XX, doctor…

—Probablemente —replicó McCoy—. A través de mi experiencia he hallado muy pocas ideas o conceptos que sean realmente originales. Todo el mundo parece reinventar la rueda cuadrada en un momento u otro de su vida.

—Bueno, independientemente de la filosofía, caballeros, nos encontramos en una situación tremendamente insólita —observó James Kirk—. Y probablemente nos permitirá salvarnos y llevar la
Enterprise
de vuelta al territorio de la Federación.

—Pero, capitán, si estamos en territorio de la Federación —comentó Sulu—. El Tratado de Exploración negociado por la Federación de Planetas Unidos nos permite explorar hasta una distancia de 4.750 parsecs del sol, y estamos sin duda dentro de esos límites.

—Acepto la corrección, señor Sulu. Corrijo mi declaración: el territorio de la Federación «explorado».

Kirk se sentía más tranquilo, y tanto su expresión como su humor lo manifestaban. El planeta que se vislumbraba en la pantalla tenía un aspecto demasiado bueno como para ser verdad.

Presentaba casquetes polares, una atmósfera en la que flotaban nubes, océanos abundantes y varios continentes. Parecía un mundo tipo M, de naturaleza terrícola, rocoso, con agua y atmósfera. Spock había apartado su atención de la tarea de determinar exactamente el emplazamiento de la
Enterprise
, porque el planeta recién descubierto se hacía extremadamente interesante a medida que la nave entraba en un radio de alcance que les permitía a los sensores realizar una lectura precisa.

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