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Authors: Lee Correy

Tags: #Ciencia ficción

La morada de la Vida (27 page)

BOOK: La morada de la Vida
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—Estoy subiendo a bordo grandes cantidades de esos cristales de dilitio de baja concentración, capitán. Hemos fabricado una unidad que utiliza paralelamente varios de ellos, y podremos hacerlas funcionar como unidades de reserva. No quiero confiar este largo viaje a unos cristales de dilitio cuya estructura podría haberse visto alterada por la tensión del gran salto gravitacional que nos trajo hasta aquí.

—¿Para cuando cree que podemos planear la partida, Scotty? —quiso saber Kirk. Las cosas parecían estar saliendo bien en Mercan, y Kirk deseaba volver a ponerse en ruta. Cuando antes regresaran a la Base Estelar Cuatro y cuanto antes pudiera la Federación enviar otra nave a Mercan, mucho mejor. Puede que en aquel momento estuviera funcionando el Acuerdo de la
Enterprise
, pero sólo Kirk sabía lo frágil que podía hacerse si la Federación no respondía con su presencia al cabo de poco tiempo.

Scott le enseñó cuatro dedos de la mano derecha.

—Cuatro días… si puedo conseguir que la maldita tecnología de los mercanianos coincida con la nuestra. Tengo muchísimas pruebas que hacer…

—¿Entonces todo ha sido básicamente reparado?

—Sí, pero no sé si funcionará.

—Señor Scott, saldremos de órbita dentro de seis turnos y continuaremos con energía impulsora para que pueda hacer sus pruebas por el camino —le ordenó Kirk.

—Capitán, si algo estalla vamos a tener problemas.

—Nada estallará, Scotty. Usted es un ingeniero demasiado bueno como para permitir que ocurra algo así.

Kirk sabía que cualquier probabilidad de problemas en los motores era posible pero remota. Sería una preocupación hasta que la nave superara el factor hiperespacial uno, pero Kirk estaba dispuesto a arriesgarse.

Le preocupaba mucho más la ruta de regreso. Si se encontraban con la turbulencia gravitacional extrema que antes los había llevado hasta la Morada, podría significar auténticos problemas con un motor hiperespacial chapuceramente arreglado… que era lo que Kirk lo consideraría hasta que Scotty tuviera la oportunidad de repasarlo minuciosamente con los sofisticados equipos de la Base Estelar Cuatro. Puso a Spock, Sulu y Chekov a trabajar en el problema de regresar al brazo de Orión de la forma más segura y rápida.

—No veo problema ninguno, capitán —observó Spock con tono de indiferencia—. Habiendo pasado una vez por dicho plegamiento gravitacional, estoy al tanto de las indicaciones de los sensores que preceden al acontecimiento. Como resultado de ello, puedo darle la seguridad de que estaré muy alerta verdaderamente para asegurarme de que no vuelva a ocurrir.

—Eso ya lo sé, Spock. Pero asegurémonos de antemano.

La partida de Mercan fue, como Kirk esperaba y deseaba que fuese, un acontecimiento formal en el mejor sentido de la cortesía mercaniana. La primera ceremonia tuvo lugar en el atrio de la villa de los guardianes que dominaba el océano de color vino oscuro que envolvía a Celerbitan. Primero se intercambiaron regalos; Kirk le dio a Pallar un sensor y recibió del guardián un control de desplazamiento elaboradamente decorado. Aquel control sería de gran interés para los técnicos de la Federación, y Kirk sabía que los miembros de la Técnica se lanzarían sobre el sensor y le darían a Mercan la primera tecnología de comunicaciones/información, aparte de las computadoras de los sistemas de desplazamiento, comercial y educacional que ya poseían. No hubieron banderas, ni himnos, ni salvas de veintiún cañonazos; esas cosas no formaban parte del protocolo mercaniano. Pero fue diferente en el caso de la segunda ceremonia que se celebró en el jardín recreativo de la cubierta 8 de la
Enterprise
, sitio al que Kirk, Spock, McCoy y Scotty fueron transferidos junto con los mercanianos. Allí había una guardia de honor, la bandera de la FPU y un himno. Esas cosas hubieran formado parte del escenario diplomático del cuartel general de la FPU, y Kirk no tenía otra alternativa que la de seguir con la tradición allí, a pesar de lo mucho que se diferenciaba de la mercaniana.

Kirk no se sorprendió cuando Pallar, Lenos y Thallan, en representación de las tres principales organizaciones de Mercan, les presentaron a los dos embajadores nombrados para representar, en aquel viaje, a Mercan ante la Federación: Delin y Orun.

—Sé que usted los conoció en primer lugar a los dos como jóvenes rebeldes de la Técnica —explicó Pallar—, pero, como ya sabe usted, habrían sido unos guardianes sobresalientes de no ser por su excesiva curiosidad. Con el Acuerdo de la
Enterprise
, eso ya no constituye ninguna diferencia. Yo creo que son lo bastante inteligentes y tienen unas mentes lo suficientemente abiertas como para representar apropiadamente a la Morada ante la Federación… y más bien les envidio las cosas que van a ver y aprender.

—Tendremos muchas cosas que contar a nuestro regreso —prometió Delin.

—Y esta vez, creo que todos vosotros las creeréis —agregó Orun.

Cuando los tres líderes mercanianos fueron transferidos de vuelta a su planeta, Kirk volvió con gran alivio a su papel de capitán de nave espacial. Sin embargo, recordó su papel diplomático el tiempo suficiente como para preguntar:

—Delin, ¿les gustaría a usted y Orun observar la partida desde el puente?

No le hacía falta preguntarlo.

Una vez de vuelta en su sillón de mando, Kirk supo con toda seguridad que regresaban a casa, a pesar de las extrañas y a veces desconcertantes reparaciones realizadas por Scotty con ayuda de los mercanianos. Conocía a su nave. Sabía que estaba preparada para viajar entre las estrellas. Con satisfacción, recorrió el puente con la mirada.

—Informe de partida, por favor.

Chekov no levantó los ojos.

—Curso trazado y a punto.

Sulu sí se volvió y le dedicó a Kirk una breve sonrisa.

—Preparados para abandonar la órbita, señor.

Kirk pulsó un botón del brazo de su asiento.

—Señor Scott, ¿qué dice usted?

—Tan preparados como nunca, capitán.

Kirk se volvió hacia Uhura, que se hallaba impasiblemente sentada ante su terminal.

—Me temo que no la hemos mantenida muy ocupada durante esta misión, teniente —observó.

—No se preocupe por ello, capitán. Me ha venido bien el descanso —replicó Uhura con una sonrisa.

—Bien, volveremos a darle trabajo. Ponga a Mercan en la pantalla principal y manténgalo allí mientras abandonamos la órbita.

—Sí, señor.

Spock estaba apaciblemente sentado, con las puntas de los dedos juntas formando un techo a dos aguas.

—Señor, la nave está preparada en todas sus secciones para el vuelo espacial.

—Gracias, señor Spock. Señor Sulu, energía impulsora. Abandonemos la órbita. Acelere hasta factor hiperespacial cero coma noventa y cinco a informe cuando lo alcancemos.

—Todo adelante con energía propulsora. Acabamos de abandonar la órbita.

Al principio fue lento, pero podía verse cómo la imagen de Mercan se hacía cada vez más pequeña a medida que la
Enterprise
se alejaba gradualmente con los motores de propulsión.

—Tienen una hermosa morada —les dijo Kirk a los dos jóvenes diplomáticos—. Estoy seguro de que será un miembro muy bienvenido dentro de la Federación.

La voz de Orun era un poco insegura, y Kirk advirtió que Delin tenía una lágrima a punto de caer.

—No se parece en absoluto a utilizar el desplazador por primera vez; es casi como llegar a la edad responsable y abandonar el hogar para establecer uno nuevo.

Delin simplemente se frotó el ojo y agregó.

—Bueno, Orun, ¿se parece en algo a lo que imaginaste que sería en aquella discusión que te llevó a un enfrentamiento con Othol… y que fue interrumpida por la llegada del capitán Kirk?

El joven mercaniano miró a su compañera.

—No, en absoluto. Y por favor, no vuelvas a recordarme eso, porque erré el tiro de forma escandalosa…

—Me alegro de que erraras —admitió Delin.

El turboascensor se abrió con un suspiro, y entró el doctor McCoy a realizar la visita que solía hacer al puente después de cada partida, un ritual que raras veces pasaba por alto como no tuviera trabajo serio que llevar a cabo en la enfermería. Avanzó hasta colocarse junto al sillón de mando y observó cómo la imagen de Mercan disminuía en la pantalla.

—Felicitaciones, Jim. No todos los capitanes de nave estelar consiguen traer a la Federación civilizaciones completamente nuevas.

—Bones, no fue fácil.

—Conociéndolo, nunca tuve ni la más leve duda de que se las arreglaría para conseguirlo.

—Lo hice.

—Ya sé que lo hizo. Soy responsable de revisar periódicamente el diario del capitán.

Kirk asintió, mientras observaba a Mercan disminuir de tamaño en la pantalla.

—Bones, en algunos sentidos aún me siento como Hernando Cortés o Francisco Pizarro…

—¿De veras? Me parece a mí que hubieron otros capitanes que descubrieron civilizaciones nuevas y consiguieron llevar a cabo la integración de esas culturas en la corriente principal —observó quedamente McCoy—. ¿Ha considerado alguna vez la posibilidad de compararse con el comodoro Matthew C. Perry?

Spock abandonó la terminal de la biblioteca de la computadora, y avanzó hasta colocarse al otro lado del sillón de mando.

—Si esto lo hará sentir algo mejor, capitán, Mercan tenía muchísimas probabilidades de ser descubierto por la Federación debido a que se halla directamente en la ruta de las actividades de exploración y colonización del interior del brazo de Sagitario que en cualquier caso hubiera seguido la Federación. Nuestro descubrimiento de Mercan cae perfectamente dentro del límite de tres sigma de las probabilidades de su descubrimiento durante el presente siglo…

—Y supongo que esa jerga estadística cae también dentro del mismo límite de tres sigma que citó usted cuando quería hacerle cosquillas a Mercaniad, Spock —intervino McCoy con tono cáustico.

—Doctor, me sorprende que no emplee usted más evaluación estadística en su trabajo médico. A pesar de que aprecio los esfuerzos que realizó para reconstruirme la mano derecha, debo decirle que me sentí espantado cuando no fue usted capaz de proporcionarme ningún dato estadístico respecto a si podría o no volver a utilizarla…

—Spock, yo no llevo mi enfermería de esa forma. Cuando hago un trabajo de reconstrucción quirúrgica como el de su mano, yo sé que va a salir bien. No necesito ninguno de sus análisis estadísticos para saber si estoy o no haciendo bien mi trabajo… Por supuesto, es probable que su labor sea diferente…

—¡Caballeros… caballeros! —protestó Kirk—. Déjenme agregar que resulta evidente que ninguno de ustedes ha aprendido nada del diplomático amaneramiento de la cultura mercaniana.

—Muy por el contrario, capitán —replicó Spock—. Yo he encontrado que la cultura mercaniana es tremendamente lógica. Como señaló el propio doctor McCoy, los mercanianos son similares a los vulcanianos, especialmente en lo que respecta a los procesos de pensamiento lógico. Y podría agregar, capitán, que manejó usted toda la situación de Mercan de forma totalmente lógica.

—Gracias por el elogio, señor Spock.

—No existe ninguna razón lógica para darme las gracias, capitán.

—¡Spock, ya empezamos otra vez! —estalló McCoy con tono de frustración—. ¿Es que es incapaz de aceptar la simple y llana gratitud?

—Doctor —dijo lentamente Spock—, la gratitud es una emoción que significa resentimiento, otra emoción ilógica.

—Capitán, estamos alcanzando el factor hiperespacial cero coma noventa y cinco. En espera de los motores hiperespaciales —anunció Sulu desde el timón.

Kirk pulsó el botón de intercomunicación con la sala de máquinas.

—Scotty, ¿cuál ha sido el resultado de sus pruebas? —Creo que funcionará, capitán.

—¿Está usted seguro, Scotty? Se produjo un breve silencio.

—Sí, capitán. He hecho todo lo posible por la nave. Está preparada.

—Visión de avance en la pantalla principal —ordenó Kirk.

—Visión de avance —replicó Uhura.

En la pantalla no se veían estrellas, sino sólo la banda de Orión ante la nave.

—Timonel, acelere hasta factor hiperespacial dos.

—Alcanzando factor hiperespacial dos.

Sólo se produjo un breve estremecimiento en la
Enterprise
. La banda de luz que era el brazo galáctico se abrió en el centro, se ensanchó en el arco estelar de las velocidades relativistas, y desapareció tras un parpadeo, para ser reemplazada rápidamente por la escena generada por computadora según la reconstruía por las emisiones estelares subespaciales.

—Sala de máquinas, informe.

—Está funcionando maravillosamente, capitán —fue la obviamente deleitada réplica de Scotty.

—Señor Sulu, acelere hasta factor hiperespacial seis. Kirk se levantó de su asiento de mando.

—Nos vamos a casa —dijo con voz queda, tanto para su tripulación como para su nave.

FIN

Notas

[1]
Parsec: unidad de medida del espacio interestelar equivalente a 206.265 veces el radio de la órbita terrestre, o 3,26 años luz. (N. de la T)

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