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Authors: Lee Correy

Tags: #Ciencia ficción

La morada de la Vida (10 page)

BOOK: La morada de la Vida
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Orun esbozó una sonrisa consistente en apartar los labios para enseñar unos dientes blancos. Una sonrisa mercaniana era humanoide, pero constituía una enorme exageración de la variante de sonrisa amplia desarrollada en la Tierra.

—No tendremos que ir a buscar a los de la Técnica, James Kirk. Serán ellos quienes vengan a nosotros. No sé cómo, pero lo harán. Delin y Othol no fueron apresados por los procuradores… y estoy seguro de que regresaron a la Técnica con la noticia de la llegada de ustedes. Tengo plena confianza en que nos rescatarán bajo las narices de los propios guardianes y procuradores, porque la Técnica cuenta con unos cuantos trucos propios.

En aquel momento, Kirk supo que sus peores miedos estaban haciéndose realidad. Estaba siendo inexorablemente arrastrado al interior de la trama de aquel extraño mundo aislado, tanto si lo quería como si no. Era inevitable que la visita accidental de la
Enterprise
a aquel planeta perdido perturbara el orden social existente, en especial cuando ese orden se precipitaba hacia un importante cambio creado por la confrontación entre dos grupos, lo que constituía el síndrome universal del crecimiento de las sociedades: cambio frente a status quo.

Los mercanianos de la Morada de la Vida estaban madurando, saliendo de una adolescencia social a una era de lógica y razón, siguiendo el camino plenamente documentado por otras civilizaciones de otros mundos.

Kirk había tropezado con la situación en el momento más crítico de su evolución.

Y no sabía muy bien cómo iba a manejarla.

6

—Señor Spock—, ¿qué piensa de la última transmisión que le enviamos para la computadora de la nave? —le preguntó Kirk a su primer oficial a través del comunicador.

—Era bastante adecuada, capitán. No se ha perdido ningún dato y la calidad de la transmisión ha sido…

Kirk suspiró y deseó, como le ocurría con frecuencia, que su primer oficial no fuera tan tremendamente lógico como para tomar todas las frases en su significado literal.

—Señor Spock—, lo que quería saber era su reacción acerca del contenido…

—Le pido disculpas, capitán. El idioma de la Federación es frecuentemente impreciso e ilógico. Para responder a su pregunta, capitán, sospecho que en verdad hemos descubierto un planeta perdido —replicó la voz de Spock—. Todo apunta a la poderosa posibilidad de que Mercaniad y su planeta fueron arrojados al vacío que separa los dos brazos galácticos por el mismo tipo de anomalía gravitacional que ha causado nuestros problemas con la
Enterprise
. También sospecho que las presiones sufridas por Mercaniad a causa de la transición son las que han provocado su actual inestabilidad como estrella variable irregular.

—En pocas palabras, también sacudió a la estrella.

—Totalmente correcto, capitán.

—¿Algún comentario sobre los habitantes humanoides?

—Eso pertenece a la competencia del doctor McCoy, capitán. Pero no es nada sorprendente hallar aquí restos de la forma de vida humanoide general, si el sistema proviene del brazo de Orión como sospechamos, dado que esa clase de vida parece haberse dado de forma bastante aleatoria en todo ese sector de la galaxia. Realmente me gustaría bajar y comparar esa cultura con la de Vulcano…

—Cuando llegue el momento apropiado, Spock— Nuestra sola aparición ha sido suficiente como para conmocionar a los mercanianos. Ya están teniendo bastantes problemas para acostumbrarse a nosotros así que, de momento, no quiero que baje usted también. Estoy seguro de que lo comprende…

Kirk no siguió por ese camino. Tenía miedo de que Spock se sintiera insultado por las referencias a la apariencia tremendamente diferente de los vulcanianos. Kirk contaba, en cambio, con la posibilidad de utilizar a Spock para convencer a los guardianes sobre la ubicua naturaleza de la vida en la galaxia…

Pero comenzaba a cansarse de esperar. Transcurrieron varios días sin que pasara nada. Pallar no reapareció y no volvieron a ver a Lenos. Las dependencias que les habían asignado eran cómodas y agradables, aunque la partida de descenso de la
Enterprise
tenía algunas dificultades para sentirse realmente cómoda en unas dependencias diseñadas para humanoides de más de dos metros de estatura y piernas muy largas.

Los alimentaban bien, aunque la comida era diferente de la que tenían en la
Enterprise
. Y era por aquel motivo que Kirk había llevado al doctor McCoy con ellos. La flora intestinal del grupo de descenso era incompatible con los alimentos mercanianos, algo muy corriente en la exploración interestelar e incluso en el comercio espacial. Bones McCoy estaba perfectamente preparado para afrontar esta contingencia. Los miembros de la
Enterprise
se vieron incapacitados por el síndrome de Proxmire durante apenas unas pocas horas.

Tenían plena libertad para recorrer la ciudad y la isla de Celerbitan, lo cual era casi el único entretenimiento del que disponían. Orun les había mostrado el equivalente mercaniano de los libros: pequeños cubos parecidos al mapa que Orun tenía de Mercan, que se desplegaban en páginas secuenciales de una substancia parecida al papel, impresas con los hasta entonces indescifrados símbolos de escritura mercaniana que tenían un aspecto muy parecido al de la escritura arábiga de la Tierra.

Scotty pidió y consiguió libros científicos y técnicos mercanianos, y luego descubrió, para su disgusto, que no podía leerlos y mucho menos comprender los dibujos, símbolos y esquemas que seguían un conjunto de pautas convencionales completamente diferentes de aquellas con las que estaba familiarizado.

—Esto es un galimatías —se quejó el ingeniero—. Nunca pensé que llegaría a encontrarme con una tecnología que no pudiera comprender. Pero no puedo ni empezar con la tecnología mercaniana.

—¿Qué es lo que le parece tan problemático, Scotty? —le preguntó el capitán Kirk.

—Aquí no hay base temporal…

—¿Qué?

—Nuestras medidas básicas son distancia, masa y tiempo. Los mercanianos carecen del concepto de tiempo. Utilizan fuerza, masa y distancia, con la unidad «tiempo» derivada de la ecuación resultante… lo que lo hace todo muy complicado de manejar.

—Algo así como el sistema numérico de los idiomas ruso y francés de la Tierra —observó Kirk.

—¿Eh?

—Contar en cualquiera de esos idiomas terrícolas es complicado —le explicó Kirk—. Pero eso ciertamente no les impidió a los científicos que los hablaban el elaborar algunos sobresalientes trabajos en matemáticas, ciencias y tecnología. Obviamente, los mercanianos han conseguido superar lo que a nosotros nos parece un grave problema conceptual.

—Eso es así… pero su tecnología de transportadores podría resultar ser una tecnología descuidada, capitán.

—¿Ah? ¿Qué quiere decir con eso?

Scotty pensó durante un momento antes de intentar explicarlo.

—Bueno, ya conoce el punto de vista de los ingenieros respecto a cualquier sistema: «¡Si funciona, déjalo en paz!». El sistema de desplazamiento ha estado funcionando de una forma perfectamente satisfactoria por lo que a ellos respecta, así que están siguiendo esa misma actitud. ¿Por qué iban a intentar mejorarlo? Está funcionando. Debido a eso, la tecnología que poseen en ese campo ha degenerado hasta el nivel necesario sólo para realizar las reparaciones y el mantenimiento del sistema… la cual es siempre una tecnología de más bajo nivel que la requerida para diseñarlo y construirlo.

—Bueno, ¿cree usted que la Técnica podría tener alguna información adicional que los guardianes no poseen?

—Indudablemente… pero todavía tenemos que conocer a los de la Técnica y su nivel de sofisticación tecnológica, capitán. Entretanto, tenemos que intentar descifrar este galimatías…

Kirk negó con la cabeza.

—Transmítale los datos a Spock—… Él dispone de la biblioteca de la computadora para trabajar en ello. No debería llevarle mucho tiempo el estructurar un programa convencional.

Los cuatro miembros de la
Enterprise
, escoltados por Orun, caminaban por la «ciudad» de Celerbitan. En las calles no había ningún vehículo de transporte, y Kirk finalmente se habituó al sonido casi constante de los desplazamientos por transportador, mientras la gente y las mercancías aparecían y desaparecían alrededor de ellos. ¿Cómo sabían adónde transportarse?

La pregunta quedó respondida cuando el mapa topológico cúbico de Orun resultó ser la guía del desplazador. Orun sólo tenía que señalar con un dedo el lugar del mapa al que deseaba dirigirse, y aparecían las coordenadas básicas, el mapa se plegaba y desplegaba para mostrar el destino señalado en mayor detalle a escala reducida, mientras las coordenadas se precisaban cada vez más mediante sucesivos toques.

Resultaba obvio que los mercanianos poseían la capacidad electrónica necesaria para construir sofisticadas computadoras en miniatura… porque eso es exactamente lo que resultó ser la guía del desplazador.

Sin embargo, Orun no podía utilizar el desplazador porque le habían privado de la unidad de control.

Y eso los había encerrado realmente en la ciudad de Celerbitan y confinado en la isla misma, que se extendía a varias docenas de kilómetros a la redonda. Estaban tan definitivamente encarcelados como lo habrían estado con barras en las ventanas de sus dependencias.

No era extraño que a Pallar no le preocupara la posibilidad de que intentaran escapar.

Celerbitan no era el equivalente terrícola de una ciudad medieval. Era tan extensa que no se parecía a ninguna ciudad que Kirk hubiera visto en su vida. No había ninguna calle propiamente dicha. Con el desplazador, nadie necesitaba calles. El mejor término que Kirk pudo encontrar para describir la ciudad de Celerbitan fue «una colección aleatoria de estructuras utilizadas por la gente».

Llovía cada noche, pero los días eran todos soleados y tibios. Era un clima marítimo típicamente suave con temperaturas regulares y carencia de fríos o calores extremos. A Scotty le resultó poco emocionante. McCoy dijo que le recordaba a una serie de días veraniegos de la costa de Georgia.

Celerbitan les reveló que la civilización mercaniana era extremadamente avanzada, y por lo menos equivalente a las de la Tierra, Vulcano, Ahzdar o Heimal. Los mercanianos controlaban la mayoría de las fuerzas naturales de su planeta, y empleaban recursos y energía naturales para cubrir las necesidades de su sociedad. Poseían los cuatro criterios de Kahn: las industrias de extracción, las industrias de manufactura, las industrias de servicios y las actividades cuaternarias «realizadas por amor a las mismas».

Hasta cierto punto, aquella demora de varios días que le permitió a Kirk observar la cultura de Mercan, le quitó un gran peso de encima.

Si los mercanianos podían aceptar psicológicamente el hecho de que no eran la única morada de la vida en el universo sin que eso provocara el total desgarramiento de la trama de su civilización, Kirk tenía la impresión de que Mercan se convertiría rápidamente en parte de la Federación.

La gran pregunta era: ¿Aceptarían los guardianes la auténtica verdad y se ajustarían o adaptarían a ella? ¿Y los procuradores?

McCoy también estaba atareado. Su sensor médico estaba casi constantemente en uso.

—Con todos estos datos —se le quejó a Kirk—, realmente necesitaría tener el laboratorio de mi enfermería para trabajar. Los datos básicos resultan fascinantes, pero necesito las instalaciones más sofisticadas de la nave.

—Vaya, Bones —bromeó Kirk—. Siempre he pensado que usted era del tipo de médico rural práctico que no necesitaba toda esa tecnología extravagante para hacer un diagnóstico.

—Cuando trabajo con seres humanos, así es, Jim. Pero ni siquiera puedo hacer un análisis de la química sanguínea sin el laboratorio. Y ésa es una necesidad absoluta cuando se enfrenta uno con una forma de vida alienígena. Mire —le enseñó un frasquito lleno de un fluido pardo rojizo—. He conseguido que Orun me dejara extraerle una muestra de sangre. Aquí está: ¡Sangre mercaniana! Tengo que regresar a mi laboratorio con ella… y pronto, porque algunos de los componentes y grupos de esta sangre podrían comenzar a degenerar.

—Bones, no puedo permitirle que regrese a la nave —le respondió Kirk—. Pallar querría saber adónde ha ido… y no sé si tiene la capacidad de rodearnos con alguna especie de escudo para evitar que seamos transportados en caso de emergencia, más tarde…

—Capitán —lo interrumpió Scotty—, no hay nada que nos impida transferir esa muestra de sangre a bordo de la nave. No tenemos más que llevarla a alguna parte de la ciudad que no sea nuestras dependencias, ocultarla, hacer que el equipo del transportador localice las coordenadas del lugar en el que la hemos escondido, y luego hacer que la transfieran a la nave después de que hayamos regresado a nuestro alojamiento.

—Buena idea, Scotty. Puede que Pallar esté controlando la actividad de transportación en los alrededores de nuestro alojamiento o a nuestro alrededor cuando salimos a recorrer la ciudad… pero si Orun está en lo cierto, no puede controlar todos los desplazamientos que se producen en todo el planeta. —Se volvió hacia McCoy—. Si les enviamos la muestra de sangre de Orun a la nave, ¿pueden el doctor M'Benga y la enfermera Chapel analizarla?

—Por supuesto que sí. M'Benga es un buen bioquímico, y la enfermera Chapel conoce sin duda ese laboratorio palmo a palmo —replicó McCoy con una sonrisa.

—Manos a la obra —exclamó Kirk.

Encontraron una zona tranquila de Celerbitan, con un campo de hierba despejado. Kirk y McCoy entraron en el campo y Kirk llamó por el comunicador.


Enterprise
, aquí Kirk. Uhura, que Spock se ponga al habla.

—De inmediato, señor.

—Aquí Spock, capitán.

—Fije el transportador en las coordenadas de esta transmisión. Transferirán un frasco pequeño de sangre mercaniana para que M'Benga y la enfermera Chapel la analicen en el laboratorio. Dejaremos el frasco aquí en cuanto hayan fijado el transportador sobre él. Pero esperen treinta minutos antes de transferirlo, para darnos tiempo de regresar a nuestro alojamiento. ¿Ha quedado claro, señor Spock?

—Perfectamente claro, capitán. La sala del transportador informa que ya ha fijado sus coordenadas.

Treinta minutos más tarde, de regreso en las dependencias cercanas a la villa de los guardianes, Kirk oyó que su comunicador silbaba.

—Aquí Kirk —replicó.

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