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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Biografía

Memorias (76 page)

BOOK: Memorias
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A principios de aquella década comencé a escribir relatos de misterio para
Gallery
, y el primero de ellos no implicaba un asesinato (mis relatos rara vez lo hacen). Más bien era la historia de una venganza fantástica.

Mi héroe se desquitaba de un hombre muy rico utilizando a un demonio de sólo dos centímetros de altura cuyos poderes mágicos eran mínimos. Lo que hizo el demonio fue eliminar pequeños trozos de pintura de cuadros muy valiosos que poseía el hombre rico. Estos restos eran lo que formaban las firmas de Picasso y otros artistas y, por tanto, sus cuadros dejaron de tener valor.

Gallery
publicó el relato, que titulé
Getting Even
, en su número de agosto de 1980. Me gustó tanto aquel personaje que escribí el segundo relato de la serie también sobre el diablillo. Pero al editor, Eric Protter, no le pareció bien. Un relato sobre un demonio sí, pero más no. Así que lo archivé sintiéndolo mucho, porque también me gustaba.

Después de haberlo dejado en un cajón durante un año, de repente se me ocurrió que podría venderlo en otra parte. Le pregunté a Protter y me dijo que no tenía ningún inconveniente, siempre que hiciera algunos pequeños cambios para que no pareciera que formaba parte de la serie de
Gallery
.

Inventé otra situación rápidamente.

Había sólo dos personajes, un narrador anónimo (que evidentemente era yo) y un gorrón llamado George, que siempre me sableaba una comida y después me contaba una historia fantástica. El demonio se llamaba Azazel (un nombre bíblico).

Presenté el relato a
F&SF
y apareció en el número de abril de 1982 bajo el título de
One Night of Song
.

Seguí escribiendo nuevos relatos de la serie, que cada vez eran más estilizados. En cada uno, George trataba de ayudar a mi amigo mediante los poderes de Azazel, y en todos ellos la ayuda resultaba ser un estorbo. Por supuesto, se supone que el lector tiene que adivinar que irá mal antes de que yo lo revele y en ese sentido el relato cuenta con cierto misterio.

Además, se trata de relatos deliberadamente muy elaborados y rodeados de una atmósfera embaucadora. Las cosas más ridículas se dicen con toda seriedad y satirizo muchos de los aspectos de la sociedad que creo que lo merecen. Además, los relatos son divertidos, al menos para mí.

Después de publicar dos relatos de Azazel en
F&SF
, Shawna McCarthy, que entonces era la directora de
IASFM
, se quejó. Sostenía que debían publicarse en mi propia revista.

Yo repuse:

—Pero Shawna, los relatos son fantasías. Participa en ellos un demonio.
F&SF
publica fantasías, pero
IASFM
no.

—Entonces haz que el demonio sea un ser extraterrestre y dale poderes científicos avanzados en vez de mágicos.

Así lo hice.
To the Victor
se publicó en el número de julio de 1982 de I
ASF
M, y a partir de ese momento allá aparecieron todos los relatos de Azazel.

De vez en cuando recibo cartas de lectores que los critican por insustanciales, frívolos o insignificantes, pero no les hago ningún caso, aunque me tomo la molestia de publicar algunas de estas cartas en la revista. Mi actitud es que
IASFM
, bajo la dirección de Shawna McCarthy primero y después de Gardner Dozois, es una revista muy seria, que publica relatos de gran calidad literaria que a menudo requieren una considerable concentración para poder apreciarlos en su totalidad. Un relato de Azazel de vez en cuando, que no necesita ninguna concentración sino que se desarrolla con alegría, es un cambio que se agradece, o al menos a mí me lo parece.

Por supuesto, hay quien insiste en que los escribo sólo porque son muy fáciles de elaborar y porque soy un perezoso. Vaya mi desprecio para ellos si piensan que la literatura ligera es fácil de crear. Se necesita bastante arte para escribir de manera sencilla y si fuera tan fácil contar con éxito historias divertidas, se escribirían más.

Cuando llevaba escritos diecisiete relatos de Azazel me pareció que había llegado el momento de publicarlos en forma de libro y llevé la colección a Doubleday, donde Jennifer Brehl había sucedido a Kate Medina como mi directora. A Jennifer no le gustó que Azazel fuera un extraterrestre, quería que fuera un demonio. Le expliqué que eso había sido al principio pero que la revista me hizo cambiarlo. Jennifer me aconsejó:

—Vuelve a cambiarlo. Vamos a decir que éste es tu primer libro de fantasía.

Estuve de acuerdo y así lo hice. También escribí un prólogo que describía cómo el narrador conocía a George. El libro, bajo el título de
Azazel
y con el subtítulo de
Fantasy Stories
, se publicó en 1988. Desde entonces, he escrito ocho relatos más de Azazel y, si vivo lo suficiente, supongo que con el tiempo formarán una segunda colección.

149.
Viaje Alucinante II: Destino el cerebro

Parece que el éxito recurrente de la película
Viaje alucinante
(que todavía se repone en televisión de vez en cuando) y mi propia novelización de la misma, inspiró la idea de rodar una segunda parte. Compraron el título de la película (pero no los personajes) y decidieron contratarme para escribir
Viaje alucinante II
y después hacer una película a partir de ella.

En la agencia literaria William Morris, que se ocupaba del asunto, se comentaba con insistencia que sería un auténtico bombazo. No soy del todo inmune a los éxitos de ventas, así que me tentaron. También me interesaba la sugerencia porque nunca estuve del todo satisfecho con
Viaje alucinante
, ya que lo elaboré a partir del guión de una película no era un auténtico producto de mi imaginación. Me pareció que podía escribir un libro mucho mejor sobre la miniaturización de naves introducidas en el flujo sanguíneo si lo hacía a mi manera.

Me presentaron una pequeña sinopsis, que era totalmente inadecuada. Implicaba dos naves introducidas en el flujo sanguíneo, una estadounidense y otra soviética, y lo que seguía era una versión submicroscópica de la Tercera Guerra Mundial. No escribiría algo así bajo ningún concepto y sabía que no podían obligarme a hacerlo. Si me querían como autor insistiría en mantener el control total del contenido, y si se negaban no escribiría el libro.

Después de todo, cuando reflexioné con más frialdad, me pregunté si realmente harían la película, y si la hacían, si vería un solo penique del dinero que ganaran con ella. (Hollywood es famosa por su “creativa teneduría de libros”. Pueden ganar muchísimos millones con una película pero todo es para los actores y la dirección, y lo que queda, el “beneficio neto”, del que los escritores reciben un porcentaje, por lo general suele resultar una “pérdida neta”.)

Así que no tuve en cuneta la sinopsis sugerida, les dije que escribiría mi propio libro dejando de lado sus sugerencias, y puntualicé que me gustaría que el libro lo publicara Doubleday. Si se iba a celebrar una subasta (como ellos insistían, subrayando que de esa manera conseguirían un millón de dólares o más), entonces, Doubleday se merecía una oportunidad imparcial para pujar por él. Después, de todo, estaba seguro de que Doubleday no lo dejaría escapar y presentaría la mejor oferta.

No fue así. El agente me llamó para comunicarme que la New American Library había sido el mejor postor. Yo, asombrado, contesté:

—Bueno, necesito el permiso de Doubleday para publicar en otra parte.

—¿Tiene un contrato en exclusiva con ellos? —me preguntó el agente.

—En absoluto —añadí—. El permiso no es más que una cuestión de honor y ética. (No esperaba que un agente descifrara el sentido de esta afirmación, pero tampoco quería discutir sobre el tema.)

Yo no me había dado cuenta de que en esa época Doubleday pasaba por una mala racha debido a las pérdidas que acumulaba. Aparte de eso (que hizo que las mentes del personal de la editorial no estuvieran centradas en los asuntos de la empresa) mi directora, Kate Medina, tenía un primer embarazo muy difícil, a una edad relativamente avanzada, y estaba de baja, en cama. Su ayudante también estaba enfermo. No había nadie en Doubleday con quien hablar del problema de
Viaje alucinante II
y que pudiera entender la situación. Por fin encontré a un realizador de confianza, Lisa Drew, el 11 de septiembre. Estaba sola y le pregunté si pensaba que podía hacer el libro para New American Library. La pregunta la cogió por sorpresa y me dijo que primero tenía que consultar a los jefazos.

Al día siguiente me llamó para contarme que los jefazos ponían reparos. (El 18 de septiembre dejó Doubleday, y la siguieron otros muchos empleados de la editorial, lo que me dejó atónito.)

De todas maneras, me llamaron para que fuera a ver a Sam Vaughan y Henry Reath, ambos jefes de la edición editorial.

Me comentaron que Doubleday no aceptaba que escribiera una novela de ciencia ficción para otros. Argumenté, perplejo, que el agente me había dicho que Doubleday tuvo la oportunidad de pujar y que perdió, y me contestaron que no era cierto, que nadie pidió nunca una oferta a Doubleday.

Estaba anonadado. Contacté con el agente y me aseguró que había hablado con Dell Books para que pujara y que Dell era una editorial de libros de bolsillo filial de Doubleday.

No estaba de acuerdo y sostuve que cuando dije que Doubleday merecía tener la oportunidad de pujar, quería decir Doubleday, no Dell. El agente respondió que desde el punto de vista corporativo era lo mismo, pero Sam Vaughan y Henry Reath insistían en que no habían sabido nada de las actividades de Dell.

Las interminables conversaciones telefónicas sobre el asunto cada vez me desconcertaban más y finalmente decidí que me daba igual quién tuviera razón y quién no; no iba a intentar descubrir lo que había dicho y hecho; me atendría a los fundamentos básicos.

Doubleday era mi editorial de ciencia ficción. Habían trabajado conmigo durante treinta y cuatro años, me habían publicado unos noventa libros, incluidos dos éxitos de ventas, y no iba a traicionarlos. Así que el 27 de septiembre de 1984 le dije al agente que no escribiría
Viaje alucinante II
.

El 1 de octubre, el agente y sus representados del mundo del cine me amenazaron con demandarme con incumplimiento de contrato. Les respondí que había dejado perfectamente claro, por escrito, que mi acuerdo estaba condicionado a que Doubleday tuviera una oportunidad imparcial de pujar por el libro y que dicha condición no se había cumplido.

No obstante, pensaba que me iban a llevar a los tribunales y que, incluso si ganaba, me costaría un dineral en abogados, en tiempo perdido y en problemas nerviosos. Así que fui a Doubleday el 5 de octubre (fue cuando Henry Reath sacudió la cabeza y dijo que “necesitaba un guardián”, al descubrir que no había leído el contrato con la gente del cine). Pregunté qué podía hacer y Henry me dijo que Doubleday sería mi guardián, y que sus abogados se ocuparían de todo y correrían con todos los gastos. (En mi opinión, la lealtad engendra lealtad.)

No sé qué hizo Doubleday, pero nunca más se oyó hablar de la demanda y el asunto de
Viaje alucinante II
quedó olvidado, con gran alivio por mi parte.

Seguí trabajando y terminé
Robots e imperio
, que escribía mientras la disputa estaba en pleno apogeo. Se publicó en 1985. Después empecé
Fundación y Tierra
y más tarde, ante mi asombro,
Viaje alucinante II
renació. Sucedió de la manera siguiente…

Después de mi negativa a trabajar en el proyecto, los que aspiraban a rodar la película se dirigieron a Philip Farmer, un excelente escritor de ciencia ficción, mucho más hábil que yo, si se me permite decirlo.

Escribió una novela y les envió el manuscrito, pero no les gustó y tampoco a la New American Library. Los “aspirantes” del cine acudieron a Scott Meredith, probablemente el agente literario más destacado del mundo, al que conocí bien cuando yo tenía veinte años y él diecisiete. Querían que Scott me hiciera reconsiderar mi postura sobre la novela. Si me lo hubiera propuesto cualquier otra persona, le habría respondido con una rotunda negativa, pero un viejo amigo es un amigo, así que lo reconsideré y pedí el manuscrito de Phil, para ver lo que no tenía que hacer.

Scott me envió una copia y la leí. No era una novela de ciencia ficción de las que yo querría o podría hacer, pero en mi opinión era fantástica. Además se ajustaba a la perfección a la sinopsis que me habían enviado. Se trataba de una Tercera Guerra Mundial en el flujo sanguíneo y tenía mucha acción y emoción.

Llamé a la oficina de Scott Meredith y les dije que estaban locos. Habían pedido una novela en concreto y Farmer se la había proporcionado con todo lo que querían. No había ningún error en ella. ¿Por qué no aceptaban el manuscrito, buscaban a alguien que lo publicara y hacían una película con ella?

No, no, no y no. No querían ni oír hablar del asunto. Querían que yo escribiera la novela, así que con todo cuidado puse una serie de condiciones que pensé que rechazarían.

1. Tendrían que pagar a Phil Farmer lo estipulado por una novela aceptada, ya que bajo ningún concepto yo haría la competencia desleal a un compañero.

2. Deberían entender que la novela que iba a escribir tendría un argumento completamente distinto al de Phil (para que así pudiera vender su manuscrito en otra parte si lo deseaba) y en ningún caso se ajustaría a la sinopsis que me habían enviado.

3. La edición encuadernada en tapas duras tenía que ser publicada por Doubleday.

Para entonces, Doubleday había cambiado por completo. Betty Prashker, Kate Medina, Sam Vaughan y Henry Reath se habían ido y Dick Malina, a quien no conocía, ocupaba el lugar de este último. El 27 de enero de 1986 Scott Meredith y Dick Malina elaboraron con mucho esfuerzo los acuerdos necesarios y se persuadió a New American Library para que abandonara el libro.

Después de tanto trabajo, yo tenía que escribirlo, así que empecé el 1 de febrero de 1986. Tenía cierto parecido con
Viaje alucinante
, pero era más largo, más detallado, más científico y con mejor caracterización; en mi opinión, era superior en todos los aspectos. Estaba satisfecho del resultado y Doubleday lo publicó en 1987. (Para cuando se publicó el libro, Dick Malina se había ido y Nancy Evans le había sustituido, pero ninguno de estos continuos cambios afectó a mi obra o a mis relaciones con la editorial.)

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