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Authors: Marion Zimmer Bradley

Tags: #Ciencia ficción, Fantasía

El sol sangriento (28 page)

BOOK: El sol sangriento
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Taniquel le había explicado a Kerwin por qué necesitaban esos mapas y fotografías del terreno.

—Verás. La fotografía —y el mapa— se transforma en un símbolo de ese pedazo de terreno; podemos establecer contacto con él mediante la foto. En una época, un buen psíquico podía encontrar agua o minerales en el suelo, pero tenía que estar todo el tiempo caminando sobre el lugar.

Kerwin asintió. Incluso en la Tierra, donde los poderes psi no eran demasiado bien considerados, había personas que encontraban agua y minerales. ¿Pero sobre un
mapa
?

—No encontramos nada en un mapa, tonto —le dijo Taniquel—. El mapa es un recurso para establecer contacto con esa zona de tierra, con el territorio
representado
por el mapa. Podríamos hacerlo por medio de psiquismo puro, pero es más sencillo si tenemos algo que lo represente directamente, algo como una fotografía. Utilizamos el mapa para establecer el contacto y para señalar lo que hallamos allí.

Kerwin supuso que el principio era el mismo que el del relato folklórico del hombre que mataba a su enemigo clavándole alfileres a su imagen. Pero, en cuanto esa asociación se estableció en su mente, Taniquel se puso lívida y exclamó:

—¡Nadie entrenado en Arilinn haría jamás,
jamás
, algo tan perverso!

—Pero el principio es el mismo —repuso Kerwin—, el de utilizar un objeto para concentrar los poderes de la mente.

Taniquel no lo admitía.

—¡No es en absoluto lo mismo! Eso es interferir con otra mente y es ilegal… y
sucio
—dijo con vehemencia, para mirarle luego con suspicacia—. Tú pronunciaste el juramento de monitor, ¿verdad? —le preguntó, como si le extrañara que alguien que hubiera jurado pudiera concebir siquiera esos pensamientos.

Kerwin suspiró, comprendiendo que jamás comprendería a Taniquel. Compartían tantas cosas, habían estado tan frecuentemente en contacto telepático, que él sentía que la conocía por completo. Sin embargo había momentos, como éste, en los que ella se tornaba del todo ajena, una perfecta desconocida.

Mientras confeccionaban los mapas y controlaban su exactitud con las fotografías terranas (Kerwin, que conocía algo de cámaras de los años pasados en Terra, fue encargado de revelar, imprimir y ampliar las enormes vistas aéreas), Corus terminaba su tarea de hacer muestras de los metales; luego Elorie las utilizaba para la tarea de construir las parrillas de matriz o «pantallas».

Se trataba de un trabajo duro y exigente, tanto física como mentalmente; trabajaban con vidrio fundido, cuya estructura amorfa era no obstante lo bastante sólida como para sostener los cristales matrices en la estructura deseada, como una red sólida encastrada en el vidrio. Corus, cuyo potencial PK era de lo más alto, se hacía cargo de mantener la sustancia vidriosa en un estado de docilidad líquida sin calor. Kerwin lo intentó varias veces, pero le asustó ver a Elorie sumergir sus manos blancas y frágiles en esa masa aparentemente en ebullición. Rannirl dijo con sequedad que si Kerwin perdía la cabeza y el control del vidrio todos podían hacerse mucho daño y se negó a permitirle que controlara el vidrio mientras trabajaban con él. Se vertía capa tras capa del cristal, mientras Elorie, con su propia matriz, activaba los diminutos cristales sensibilizados suspendidos dentro de cada capa. Rannirl estaba a su lado dispuesto a hacerse cargo si el control de Elorie fallaba y, mientras tanto, seguía todo el proceso en una pantalla monitora semejante a la que Kerwin había visto en la casa de los dos mecánicos de matrices de Thendara, monitoreando las complejas estructuras cristalinas interiores que se formaban dentro de las capas de vidrio, por medio de un proceso análogo al de monitoreo que Taniquel o Neryssa podían llevar a cabo en el cuerpo de cualquiera de ellos.

Al cabo de una prolongada jornada de trabajo con las pantallas, Rannirl comentó:

—No debería decirlo, pero Elorie está desperdiciada como Celadora. Tiene talento para ser técnica y nunca lo será, porque tenemos tanta necesidad de Celadoras. Si hubiera más mujeres dispuestas a trabajar como Celadoras… Una Celadora no necesita esta clase de talento; una Celadora ni siquiera tiene que aprender a monitorear; simplemente debe reunir el flujo de energones. Por los infiernos de Zandru, podríamos usar una condenada
máquina
, para eso. ¡Yo podría construir un amplificador tal que cualquier buen mecánico pudiera manejarlo! Pero es tradicional utilizar las polaridades de una Celadora y los flujos de energía. Ni siquiera puedo enseñar a Elorie todo lo que quiere saber de mecánica. ¡Necesita toda su energía para el trabajo que hace con el círculo! Maldición… —Bajó la voz como si pensara que alguien podía escucharle y desintegrarle—: Las Celadoras son un anacronismo en esta época. Cleindori tenía razón. ¡Si al menos hubiera podido verlo!

Pero, cuando Kerwin le miró fijamente y le preguntó qué había querido decir, Rannirl meneó la cabeza, hizo una mueca con la boca y dijo:

—Olvídalo. Es un punto de vista peligroso.

Se negó a decir más. No obstante, Kerwin captó un jirón de pensamiento acerca de fanáticos que pensaban que la virginidad ritual de una Celadora era más importante que su eficiencia con las matrices y que este punto de vista destruiría las Torres tarde o temprano, si es que ya no las había destruido.

Trabajando con ellos, sentía que su propia sensibilidad crecía día a día. Ya casi no tenía problemas para visualizar cualquier estructura atómica; gracias al trabajo que había hecho con Neryssa, para aprender a monitorear sus propios órganos y procesos internos, empezaba a ver los campos energéticos y los procesos atómicos; tampoco tenía problemas para mantener la estasis en cualquier estructura cristalina. Empezaba a percibir ya la estructura interna de otras sustancias. Una vez descubrió que advertía la oxidación de una bisagra y, realizando su primer esfuerzo sin supervisión, extrajo su matriz y revirtió el proceso.

Todavía lo aquejaban los terribles dolores de cabeza cada vez que trabajaba en las pantallas —aunque ahora podía cumplir un turno completo en los transmisores sin ayuda—; el esfuerzo era tremendo, devastador; cada gasto de energía psíquica lo dejaba agotado y vacío, por lo que su cuerpo exigía luego enormes cantidades de comida y de sueño.

Ahora comprendía el apetito gargantuesco de todos ellos. Elorie, por ejemplo. Le había parecido graciosa la voracidad de dulces de la joven y había quedado atónito al ver a una muchacha tan delicada y frágil engullir una cantidad de comida que hubiera saciado a un arriero. Pero ahora advertía que él mismo estaba todo el tiempo hambriento; su cuerpo, vacío de energía, demandaba reposición con un hambre de lobo. Cuando terminaba el día de trabajo —o se interrumpía porque Elorie no podía soportar más tensión— y Kerwin podía descansar, o cuando Taniquel tenía tiempo para estar con él, el joven descubría que sólo podía acostarse junto a ella y dormir.

—Temo que no soy un amante muy ardiente —se disculpó una vez, casi enfermo de pesar.

Taniquel estaba junto a él, amante y dispuesta, pero el único deseo que había en él era el de dormir. Taniquel se rió con dulzura y se inclinó para besarlo.

—Lo sé. He estado toda mi vida con operarios de matrices, ¿recuerdas? Siempre es así cuando hay trabajo. Se tiene una cantidad determinada de energía y se invierte toda en el trabajo; no queda nada. —Volvió a reír con una risita pícara—. Cuando me entrenaba en Neskaya, uno de mis hombres y yo solíamos hacer una prueba a veces: nos acostábamos juntos y, si alguno de los dos podía
pensar
siquiera en algo que no fuera dormir, ¡sabíamos que habíamos estado mintiendo, que no habíamos dado todo lo posible al trabajo de matriz!

Kerwin sintió una súbita oleada de celos por el hombre que ella había conocido de esa manera, pero en realidad estaba demasiado cansado para molestarse.

Ella le acarició el cabello.

—Duerme,
bredu
. Tendremos tiempo cuando esto termine, si es que todavía me deseas entonces.

—¿
Si
todavía te deseo?

Kerwin se incorporó en la cama y miró fijamente a la muchacha, que estaba recostada en la almohada, con los ojos cerrados, las pecas pálidas en su rostro de duende y el pelo suelto y brillante como el sol sobre las sábanas.

—¿Qué quieres decir, Tani?

—Oh, la gente cambia —dijo ella vagamente—. No importa ahora. Vamos. —Con suavidad, lo empujó para acostarlo, mientras sus manos leves le acariciaban la frente—. Duerme, amor, estás agotado.

Cansado como estaba, esas palabras le habían quitado el sueño. ¿Cómo podía dudar Taniquel? ¿O estaría influida por alguna premonición? Desde que se habían convertido en amantes, Kerwin se había sentido feliz; ahora, por primera vez, le invadía la inquietud. Experimentó un súbito destello mental de Taniquel, de la mano con Auster, caminando por los predios que rodeaban la Torre. ¿Qué había habido entre Taniquel y Auster?

Sabía
que él le importaba a Taniquel de una manera que nunca había supuesto posible con mujer alguna. Estaban en total armonía. Ahora sabía por qué sus asuntos casuales con mujeres siempre habían sido superficiales: su desconocida sensibilidad telepática había captado la superficialidad fundamental de la clase de mujeres que había conocido, pero se había reprochado ser un idealista que quería más de lo que podía dar cualquier mujer. Ahora sabía que era posible; su relación con Taniquel había expuesto a la luz toda una dimensión, su primera experiencia de emoción y de pasión compartida, de verdadera intimidad. Sabía que él le importaba a Taniquel, pero… ¿cómo podía interesarle tan profundamente, si se interesaba con la misma profundidad por otro?

Muchas inquietudes lo asaltaron mientras yacía despierto, por supuesto con dolor de cabeza. Ahora le resultaba claro: todos los de la Torre de Arilinn sabían que eran amantes. Detalles que no siempre había advertido, una sonrisa de Kennard, una mirada significativa de Mesyr, incluso el breve diálogo con Neryssa —
¿estás celoso?
—, cobraron sentido ahora.

Nunca, me he dado cuenta; en una cultura telepática todos lo sabían; no podía existir nada parecido a la intimidad; y yo nunca lo he comprendido…

De repente, la idea se tornó violenta, incómoda: como todos eran telépatas y leían sus pensamientos y sus emociones, ¿espiarían lo que había compartido con Taniquel? Una ardiente vergüenza le invadió; como si hubiera tenido un sueño bochornoso de caminar desnudo por la plaza pública y se hubiera despertado descubriendo que era real.

Taniquel, semidormida a su lado, cogida de su mano, se despertó repentinamente como si hubiera sufrido una descarga eléctrica. La indignación llameaba en su rostro.

—Tú… tú
eres
un bárbaro —le espetó—. ¡Tú…
terrano
!

Saltó de la cama, tomó su bata y se marchó con rapidez. Sus pasos ligeros se perdieron en la distancia con un ritmo furioso sobre el suelo desparejo. Kerwin, desconcertado ante la súbita ira de la joven, se quedó tendido, con la cabeza latiéndole de dolor. Se dijo que no era bueno nada de esto, que debía trabajar al día siguiente, y se acostó, intentando aplicar con todas sus fuerzas la técnica que Neryssa le había enseñado: distender el cuerpo, imponer a su respiración un ritmo pausado y normal, tratando de calmar las tensiones de su cuerpo por medio del control de la respiración y aliviando el latido de la sangre en sus sienes. Pero estaba demasiado confundido y apenado para lograr suficiente éxito.

Cuando volvieron a encontrarse, ella se mostró tan cortés y afectuosa como siempre y le recibió con un abrazo espontáneo.

—Perdóname, Jeff, no debí enfurecerme. Fue injusto de mi parte. No debí acusarte, ya que viviste entre terranos y adquiriste algunas de sus… sus extrañas costumbres. Ya llegarás a comprendernos mejor.

Al sentir la confirmación de los brazos que le rodeaban y cómo las emociones de ella se mezclaban con las suyas, Kerwin no pudo dudar de la sinceridad de los sentimientos de Taniquel.

Trece días después de la visita de Hastur a Arilinn, las matrices estuvieron listas. Ese mismo día, Elorie les dijo en el gran salón:

—Podemos empezar la primera operación de reconocimiento esta noche.

Kerwin experimentó el pánico del último minuto. Ésta sería su primera experiencia de contacto telepático prolongado dentro de un círculo de matriz.

—¿Por qué de noche? —preguntó.

—La mayor parte de la gente duerme mientras está oscuro —respondió Kennard—; hay menos interferencia telepática. En radio la llamarías estática. También hay estática telepática.

—Quiero que todos durmáis un poco durante el día —dijo Neryssa—. Os quiero a todos frescos y descansados para esta noche.

Corus le hizo un guiño a Kerwin.

—Será mejor que le demos un sedante a Jeff, porque si no se quedará despierto por la preocupación.

No había malicia en sus palabras. Mesyr miró inquisitivamente a Jeff.

—Si quieres algo…

Él meneó la cabeza, sintiéndose tonto. Hablaron durante algunos minutos más, hasta que Elorie, bostezando, manifestó que iba a obedecer su propia recomendación y subió a su habitación. Uno a uno empezaron a alejarse de la chimenea. Kerwin, que no tenía sueño a pesar del cansancio, se demoró esperando que Taniquel fuera con él. Tal vez, si ella le acompañaba, sería capaz de olvidar la inminente prueba y relajarse.

—Neryssa lo dijo en serio, joven —le advirtió Kennard, deteniéndose junto a él—. La palabra del monitor es ley en estos casos. Será mejor que descanses un poco, o lo de esta noche será demasiado para ti. —Tras un momento de silencio, las espesas cejas de Kennard se arquearon—. Oh, ¿así que de eso se trata?

—¡Maldición! —explotó Kerwin—. ¿No hay nada de intimidad aquí?

Kennard le miró con una sonrisa como de disculpa.

—Lo siento. Soy un Alton. Nosotros somos los telépatas más fuertes del Comyn. Y… bien, he vivido en Terra. Me casé con una mujer terrana. De modo que tal vez comprendo más que los más jóvenes. No te ofendas, pero… ¿puedo decirte algo, como lo haría con… un hermano menor o un sobrino?

Conmovido, aun en contra de su voluntad, Kerwin respondió:

—Sí, por supuesto.

Kennard pensó durante un minuto y luego dijo:

—No reproches a Taniquel que te deje solo justamente ahora, cuando sientes que más la necesitas. Sé cómo te sientes. ¡Por los infiernos de Zandru que lo sé! —Se rió como de alguna broma privada—. Tani también lo sabe. Cuando está en marcha una operación con matriz, y sobre todo una tan importante como ésta, el celibato es la regla y una necesidad. Alguno de nosotros debería haberte informado antes de eso.

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