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Authors: Christopher Priest

Tags: #Aventuras, Intriga

El prestigio (46 page)

BOOK: El prestigio
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Hoy ya no estoy en cama, y estoy utilizando una silla reclinable en el invernadero.

Tengo una amplia vista de los jardines, con árboles a la distancia; detrás de ellos se eleva el peñón rocoso de Curbar Edge, en donde todavía persisten pequeñas extensiones de nieve. Tengo el mejor de los ánimos, y estoy releyendo el cuaderno de Borden. Estos dos últimos hechos están conectados.

6 de abril de 1904

He leído las anotaciones de Borden tres veces en total, y las he apuntado y les he puesto referencias detalladas. Julia está a punto de preparar una copia bastante extensa del texto que he corregido y expandido ampliamente.

A pesar de que la remisión de mis molestias aún continúa, y de que durante los últimos días he seguido mejorándome, debo enfrentarme al hecho de que en general mi salud se está deteriorando. Por lo tanto, confieso que durante los meses finales de mi vida tengo la intención de tomarme una última venganza contra mi enemigo. Él es la causa del estado en el que me encuentro, y es él quien debe pagar por ello. La adquisición de su cuaderno me ha facilitado una manera de hacerlo. Estoy planeando hacer todo lo que sea necesario para que sea publicado.

La literatura sobre magia no es fácil de conseguir. Se escriben y se publican muchos libros, pero a excepción de los libros sencillos para niños, y unos cuantos volúmenes de prestidigitación o de juegos de manos, estos libros no son publicados por editores generales. Raras veces, o podría decirse que nunca, se encuentran en librerías comunes. En cambio, son impresos por un número de editores especializados, para ser distribuidos únicamente dentro de la comunidad de la magia. Generalmente aparecen en ediciones de solamente cuatro o cinco docenas de copias, y son proporcionalmente caros. Adquirir una colección de tales libros es difícil y costoso, y muchos magos pueden obtener copias únicamente cuando uno de sus colegas muere y la colección es liquidada por su familia. Durante todos estos años, he conseguido hacerme con una pequeña biblioteca propia, y he consultado estos libros constantemente para poder utilizar o adaptar trucos ya existentes. En esto, no soy diferente a otros magos. Los lectores de esta clase de libros son escasos, pero constituyen uno de los públicos más concentrados e informados que puedan imaginarse.

Mientras estaba leyendo el cuaderno de Borden, varias veces se me ocurrió que merecía ser publicado para beneficio de sus colegas magos. Contiene comentarios bastante prácticos sobre el arte y la técnica de la magia. Independientemente de sus intenciones iniciales al llevar un diario (asegura no muy convincentemente que sus palabras son escritas únicamente para sus familiares más directos, y para una «posteridad» que, inocentemente, imagina suya), él no podrá nunca publicar el cuaderno. ¡Qué descuidado ha sido al extraviarlo!

Me encargaré de que mi último acto vaya encaminado a publicar este texto, señalándole como autor, y cuando haya finalizado mi edición con comentarios, me ocuparé de que así sea. Si vive más tiempo que yo, lo cual es muy probable, descubrirá que mi venganza es ingeniosa y muy sutil.

Para empezar, Borden se horrorizará al descubrir, y no tardará mucho en hacerlo, que sus secretos profesionales más preciados han sido publicados sin su consentimiento. Su disgusto será aún más profundo cuando se dé cuenta de que yo soy el responsable. Estará todavía más confundido cuando caiga en la cuenta de que, de alguna manera, fui capaz de lograrlo más allá de la tumba. (Él cree que ya estoy muerto, por lo que pude comprobar en el propio cuaderno). Finalmente, si llega a leer los comentarios, descubrirá la verdadera astucia de mi venganza final.

En pocas palabras, he mejorado su texto esclareciendo el significado de sus pasajes más oscuros, ampliando muchos de los interesantes temas generales que él sólo menciona, ilustrando con numerosos ejemplos su absorbente teoría acerca del consentimiento, describiendo los métodos de muchos de los grandes ilusionistas. He agregado descripciones detalladas de todos los trucos que sé han sido inventados por él, así como de aquellos otros que sé que él es capaz de realizar, y en cada caso me las he arreglado para que parezca haberlos explicado sin revelar en realidad el secreto central.

Sobre todo, he aumentado el misterio que rodea al truco que él llama «El nuevo hombre transportado», pero sin revelar nada. El hecho de que los Borden fueran gemelos idénticos ni siquiera es insinuado. El secreto que obsesionaba las vidas de estos dos hombres lo sigue siendo.

El Borden que aún sigue con vida se dará cuenta de que yo he tenido al fin la última palabra, de que nuestro enfrentamiento ha acabado, y de que he triunfado. A pesar de invadir su intimidad, habré demostrado que la he respetado. Espero que a partir de todo esto comprenda que la enemistad entre nosotros fue inútil y destructiva, que mientras nos atacábamos mutuamente, estábamos malgastando nuestro talento. Deberíamos haber sido amigos.

Esto es lo que le dejaré, algo sobre lo cual pueda reflexionar durante el resto de su vida.

Y hay una venganza añadida, por omisión: que nunca descubrirá el secreto del artefacto de Tesla.

25 de abril de 1904

El trabajo con el cuaderno de Borden sigue bien.

La semana pasada escribí a tres editores especializados en temas de magia, dos en Londres y uno en Worcester. Presentándome como un
aficionado
a la magia, y sugiriendo vagamente que durante muchos años había utilizado mi posición y mi riqueza para financiar y patrocinar a varios magos de escenario, les expliqué que estaba editando las memorias de uno de nuestros ilusionistas más destacados (no mencioné ningún nombre, en esta fase de las negociaciones). Les pregunté si, en principio, estarían interesados en publicar el libro.

Hasta ahora ya han contestado dos de ellos. Ninguna de las dos cartas se compromete a nada, pero me animan a que les enseñe la documentación. Estas respuestas también me recuerdan que no debería haber mencionado que poseía fortuna propia, ni aun brevemente; ambas cartas sugieren que el libro podría interesarles bastante más si yo pudiera contribuir con los gastos de producción del editor.

Naturalmente, esto no sería un problema para mí en este momento, pero, aun así, Julia y yo estamos esperando la tercera respuesta antes de tomar una decisión.

18 de mayo de 1904

Una vez terminado el manuscrito, hemos escogido un editor y lo hemos enviado.

2 de julio de 1904

He llegado a un acuerdo en lo que respecta a la publicación con Messrs Goodwin & Andrewson, de Old Bailey, en el Este de Londres.

Publicarán el libro de Borden antes de fin de año, en una edición inicial de setenta y cinco copias, a un precio de tres guineas cada una. Me han prometido que habrá muchas ilustraciones, y que le harán una propaganda intensiva enviándole cartas personales a su clientela. He accedido a entregar una paga de cien libras para gastos de impresión. Ahora que el señor Goodwin ha leído el manuscrito, ha propuesto varias ideas originales para su presentación.

4 de julio de 1904

En el término de las últimas cuatro semanas, mi estado de salud ha empeorado, y la enfermedad que me atacara anteriormente ha regresado aún con más fuerza.

Primero vinieron pústulas de color púrpura, luego, tras uno o dos días, aparecieron nuevamente las úlceras en la boca y en la garganta. Hace tres semanas me quedé ciego de un ojo; la ceguera del otro se produjo uno o dos días después. En la última semana no he sido capaz de ingerir alimentos sólidos, pero Julia me trae un suave caldo tres veces por día y eso me está manteniendo con vida. Siento tanto dolor que ni siquiera puedo levantar la cabeza de la almohada. El médico me visita dos veces al día, pero dice que estoy demasiado débil para ser transferido al hospital. Mis síntomas son tan dolorosos que soy incapaz de describirlos detalladamente, pero mi médico me ha explicado que por alguna razón el sistema inmunológico natural de todo mi cuerpo ha sido dañado. Le ha dicho a Julia (y posteriormente ella me lo ha confiado a mí) que si mi pecho llegara a infectarse nuevamente, no tendré las fuerzas necesarias para resistir.

5 de julio de 1904

He pasado una noche muy desagradable, y esta mañana cuando amanecía pensé que había llegado mi último día en esta tierra. Sin embargo, ahora se está acercando la medianoche y todavía estoy aquí.

En las primeras horas de la noche comencé a toser, y el médico vino a verme inmediatamente. Me sugirió que me hiciera baños con toallas frescas, y me han ayudado a sentirme mejor. Soy incapaz de mover ninguna parte de mi cuerpo.

6 de julio de 1904

Esta mañana, a las tres menos cuarto de la madrugada, mi vida llegó a su fin debido a un repentino ataque al corazón, al cual le siguió un espasmo de tos y a éste, como consecuencia, una hemorragia interna.

Mi muerte fue prolongada, dolorosa y profundamente angustiosa tanto para Julia y para mis hijos, como para mí mismo. A todos nos ha horrorizado la infamia de la muerte, y hemos sido tremendamente avasallados por el acontecimiento.

¡Lo único que rodea mi vida es la muerte!

Una vez, con una superchería inofensiva, fingí que moría para que Julia pudiera vivir como viuda sin tener que soportar escándalo alguno. Cada utilización posterior del artefacto de Tesla trajo la muerte a mi experiencia, varias veces por semana.

Cuando Rupert Angier fue enterrado, yo estaba vivo para ser testigo de aquello. He engañado a la muerte muchas veces. Por lo tanto, la muerte ha adquirido para mí cierto sentido de irrealidad. Se ha convertido en un acontecimiento común al cual, gracias a alguna paradoja, según parece, siempre puedo sobrevivir.

Ahora me he visto sobre mi lecho de muerte, muriendo de cánceres múltiples, y luego, después de esa muerte infame y dolorosa, estoy aquí para apuntarla en mi diario. Miércoles, 6 de julio de 1904: el día en que morí.

Ningún hombre debería ser tan desgraciado como para tener que ver lo que yo he contemplado.

Más tarde.

He tomado prestada una técnica de Borden, así que soy yo además de ser yo mismo.

El yo que escribe esto no es el mismo yo que murió.

Aquella noche en Lowestoft, cuando Borden desencadenó el fallo del artefacto de Tesla, nos convertimos en dos entidades. Desde aquel momento seguimos caminos diferentes. Hemos estado juntos nuevamente desde que regresé a la Casa Caldlow a finales de marzo, justo cuando comenzó la remisión temporal de mis actuaciones.

Mientras aún vivía, mantuve la ilusión de que era uno. Uno de los dos se estaba muriendo, mientras el otro yo dejaba constancia de mis reflexiones finales. Todas las anotaciones que se han hecho en este diario a partir del 26 de marzo han sido escritas por mí.

Cada uno de nosotros es la sombra del otro.

Mi doble muerto yace dentro de su ataúd abierto en la planta principal de la casa, y será colocado en la cripta de la familia dentro de dos días. Yo, su doble vivo, sigo adelante.

Soy el honorable Rupert Angier, 14.° conde de Colderdale, esposo de Julia, padre de Edward, de Lydia y de Florence, lord de la Casa Caldlow en el condado de Derbyshire, en Inglaterra.

Mañana narraré mi historia. Los acontecimientos del día me han dejado, como a todos los demás habitantes de esta casa, demasiado consternado como para sentir cualquier cosa que no sea tristeza.

7 de julio de 1904

Hoy comienza el resto de mi vida. ¡Qué esperanzas puede albergar alguien como yo! Mi historia es la siguiente:

I

Nací la noche del 19 de mayo de 1903, en un palco desocupado del teatro Pavilion en Lowestoft. Mi vida comenzó mientras hacía equilibrio sobre una barandilla de madera, desde donde inmediatamente me caí para atrás. Me estrellé contra el suelo del palco, volcando las sillas por doquier.

Me preocupaba el espantoso pensamiento que había pasado de repente por mi mente un segundo antes: que Borden de alguna manera habría encontrado la forma de subir al palco y me estaba esperando. ¡Evidentemente no! Cuando estaba moviéndome con dificultad entre las sillas del palco, tratando de orientar mis pasos, me di cuenta de que a pesar de que Borden había saboteado el artefacto de alguna manera, éste había trabajado lo suficiente como para completar el proceso de transportación. Borden no estaba allí.

La luz clara invadió el palco, cuando el foco apuntó hacia allí. No habían transcurrido más de dos o tres segundos. Pensé: ¡todavía hay una posibilidad de salvar el truco! Puedo regresar arrastrándome hasta la barandilla, ¡y hacer algo!

Me di vuelta, me apoyé sobre mis manos y mis rodillas, y estaba a punto de trepar hasta la barandilla cuando, para mi sorpresa, oí una voz en el techo del escenario que pedía que bajaran el telón. Me moví hacia adelante, manteniendo la cabeza gacha, y miré atentamente hacia abajo, al escenario. Las cortinas a la italiana ya estaban descendiendo, pero antes de que me bloquearan la vista, me vi brevemente, ¡vi a mi doble!, inmóvil sobre el escenario.

En la base del artefacto de Tesla, hay un compartimiento en el cual el doble cae automáticamente cuando se lleva a cabo la transformación. Mi antiguo cuerpo, el doble, se oculta, por lo tanto, al público para darle al truco el máximo impacto posible.

Esta vez, la intervención de Borden debió haber evitado el funcionamiento del compartimiento, ¡dejando así el truco a plena vista!

Pensé rápidamente. Adam Wilson y Hester estaban ambos entre bastidores, y tendrían que solucionar la emergencia allí, detrás del telón. Yo estaba vivo, me sentía fuerte y en completa posesión de mis sentidos. Me di cuenta de que debía llegar al área entre bastidores, y enfrentarme con Borden de una vez por todas.

Salí del palco, me apresuré hasta llegar al final del pasillo y luego bajé las escaleras corriendo. Pasé junto a una de las acomodadoras. Derrapé al detenerme frente a ella, y dije con tanta insistencia como pude:

—¿Ha visto a alguien tratando de abandonar el teatro?

¡Mi voz salió como un áspero susurro!

La mujer, mirándome fijamente, gritó horrorizada. Me quedé allí de pie impotente durante un segundo, ensordecido a causa del alarido que estaba dando la mujer.

Tomó aire, los ojos se le salieron de las órbitas y luego se quedaron en blanco, ¡y después volvió a gritar! Me di cuenta de que estaba perdiendo el tiempo, así que apoyé mi mano sobre su brazo para apartarla suavemente a un lado. ¡Mi mano se hundió en la carne de su brazo!

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