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Authors: James Joyce

Tags: #Narrativa, #Clásico

Ulises (2 page)

BOOK: Ulises
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En Irlanda, dejada así atrás por Inglaterra, como proveedora de productos agrícolas y ganado, crece durante el siglo XIX un movimiento autonomista que llega a adquirir gran energía en los años ochenta bajo el liderazgo de Charles Stewart Parnell —uno de los
leitmotiv
de
Ulises
: su hermano sobreviviente, John, aparece en varios capítulos, y en el [
16
] Leopold Bloom recuerda cómo, en su juventud, conoció al gran jefe en una revuelta, con asalto a un periódico, y le recogió el sombrero que se le cayó en la refriega. El proyecto de reconocimiento legal de la autonomía irlandesa
(Home Rule)
fue aprobado en 1886 por la Cámara de los Comunes, pero no por la de los Lores, a pesar del apoyo del
premier
Gladstone: por otra parte, Parnell cayó en desprestigio al ser llevado a los tribunales por un marido ofendido. El clero, y muchos de sus secuaces, le abandonaron —se alude a ello repetidamente en
Ulises
—, pero al morir poco después Parnell, se difundió la leyenda de que no había muerto sino que esperaba el retorno en el destierro, y en su tumba (descrita en [
6
]) se había enterrado un ataúd lleno de piedras.

El partido autonomista se desvaneció con Parnell, reemplazándole varias fuerzas: ante todo, la tan mencionada en
Ulises
, los del Sinn Fein («Nosotros Solos», en lengua vernácula), inicialmente de carácter no-violento y pequeño-burgués; el laborismo irlandés, que quería extender las agitaciones de protesta hacia el proletariado urbano y rural; la hermandad secreta Irish Republican Brotherhood; y, como movimiento intelectual y literario, la Gaelic League, que afluye a la gran reviviscencia del teatro y la lírica irlandesa —en lengua inglesa, sin embargo, principalmente—, que tuvo en Lady Gregory su principal promotora y en W. B. Yeats su más característico y alto poeta —sin olvidar a A. E. (George Moore), presentado sarcásticamente en [
10
]. (La tragedia de este movimiento literario fue que sus figuras más sólidas se ausentaran del país: G. B. Shaw, para triunfar en Londres; el propio Joyce, como exilado voluntario en el continente.)

En 1904, cuando se desarrolla la acción de
Ulises
, los movimientos irlandeses no habían alcanzado aún su punto de ebullición, pero en 1916, a los dos de los ocho años que tardó Joyce en escribir
Ulises
, se produce una rebelión armada que es dominada por las fuerzas británicas, ajusticiando a sus jefes, pero que hace evidente la imposibilidad de mantener el estado de cosas frente al crecimiento de los laboristas y los cada vez más radicalizados Sinn Fein. En las elecciones de 1918 triunfa el Sinn Fein, flanqueado y desbordado por la aún hoy famosa I.R.A.: a fines de 1921, Inglaterra accede a dar a Irlanda una independencia apenas vinculada por la condición llamada de
Dominion
. En 1949, Irlanda se separaría incluso de la Commonwealth.

James Joyce no sólo no se identificó con el nacionalismo irlandés sino que lo atacó de modo sarcástico y a veces brutal. Dentro de
Ulises
, tal actitud tiene su condensación más extremosa en [
12
], caricatura de un innominado «Ciudadano», monomaníaco exaltador de lo irlandés, en contraste con Bloom, que, hijo de un judío húngaro y desarraigado incluso de su propia raza, resulta un verdadero apátrida, mirado con recelo y distanciamiento por los dublineses, por más que proclame que su patria es Irlanda. En ese capítulo, la fantasía sobre la ejecución del joven rebelde irlandés resulta quizá demasiado cruel si se piensa que se escribió después de la ejecución de los jefes rebeldes de 1916.

No es extraño que James Joyce haya tenido en su propio país una mala prensa que todavía colea: desde 1904, como veremos en seguida con más detalle, abandona Irlanda, para volver sólo en alguna visita ocasional, hasta 1912: morirá, en 1941, sin haber vuelto a poner los pies en Irlanda —y sólo muy fugazmente en Inglaterra. Pero esa falta de sentido nacionalista está en significativo contraste con su monomaníaca obsesión —a la vez amor y odio— por Dublín, tema único de toda su vida.

James Augustine Joyce nació el 2 de febrero de 1882 en las afueras de Dublín —en Rathmines. Vale la pena anotar esa fecha —la Candelaria— porque en ella, cuarenta años exactos después, recibiría Joyce los primeros ejemplares de
Ulises
, enviados urgentemente por medio de un maquinista de tren para que le llegasen en el día de su cumpleaños; vale la pena anotar también su segundo nombre porque él le añadiría en su confirmación el de Aloysius (Luis Gonzaga), como buen escolar que era entonces de los jesuitas —entre 1888 y 1891, en el colegio Conglowes. Por dificultades económicas, el padre de Joyce, John Stanislaus —retratado en
Autorretrato
y
Ulises
como Simon Dedalus—, trasladó a James a otro colegio más modesto —humillante episodio que Joyce silenció siempre, pero que da materia al primer trozo de [
10
], con la actitud condescendiente del jesuita Conmee ante los chicos de las Escuelas Cristianas. El P. Conmee, figura real, fue profesor de Joyce en Conglowes, y pasó luego de rector a la escuela media jesuítica Belvedere, donde hizo entrar a Joyce como becario. Joyce declararía siempre deber a sus educadores jesuitas el entrenamiento en «reunir un material, ordenarlo y presentarlo»: de hecho, para bien o para mal, lo que recibió de los jesuitas fue tan vasto y complejo, que no sería arbitrario decir que la obra joyceana es la gran contribución —involuntaria, y aun como tiro salido por la culata— de la Compañía de Jesús a la literatura universal. Y no pensamos ahora en la crisis de fe y la problemática moral, entretejida con disquisiciones sobre el pensamiento estético de Santo Tomás de Aquino, en
Autorretrato
: ateniéndonos a
Ulises
, aparte de la inmensa masa de material teológico y litúrgico que utiliza Joyce sin el menor compromiso religioso ni antirreligioso, cabría decir que se trata de un examen de conciencia al modo jesuítico, llevado hasta el último extremo, sólo que, claro está, sin «dolor de corazón» ni «propósito de enmienda». Pues el más típico examen de conciencia jesuítico es —como
Ulises
— el repaso de un día, al terminarlo, asumiendo uno mismo la acusación y la defensa —si por un lado con exhaustivo rigor, por otro lado con flexibilidad casuística, atendiendo a atenuantes—, pero no la valoración ni el juicio —que se dejan «tal como esté en la presencia de Dios»—: es decir, obteniendo el «relato» como cabría decirlo ante un confesor, proceso tan literario como psicológico. Conviene dejar al menos insinuado este tema, porque empieza a resultar un poco añejo ya, incluso para católicos, después del Concilio Vaticano II, y con la actual crisis de los jesuitas como pedagogos por excelencia del catolicismo.

Los jesuitas de Belvedere, aplaudiendo a su escolar James Joyce por su brillantez retórica y literaria, y sin llegar a darse cuenta, al final, de su radical crisis de fe y moral, contribuyeron a que su padre, aunque rodando por una pendiente de sucesivos desastres económicos, enviara a James al
college
católico de la Universidad de Dublín (University College), cuyo primer rector había sido el Cardenal Newman —para Joyce, el mejor prosista inglés— y donde había enseñado lenguas clásicas aquel jesuita Hopkins que después de su muerte sería conocido como gran poeta. En 1902 llegó a ser Joyce Bachelor of Arts —«Licenciado en Letras» diríamos aproximadamente—, y, flanqueado por su brillante hermano Stanislaus —también hombre literario, luego eficaz ayudador en su vida práctica, y, tras la muerte de James, autor de un libro de memorias
My Brother’s Keeper
—, empezó a tomar parte, con polémica arrogancia, en la vida literaria dublinesa. Su primera publicación, en una revista londinense, fue un elogio a Ibsen, escándalo de la época (aprendería el dano-noruego para leerle mejor, como Unamuno): además, atacó el nacionalismo, para él de vía estrecha, del Irish National Theatre, la más sagrada de las vacas del movimiento nacionalista irlandés. Ya licenciado en Artes, Joyce sondea vagamente otras carreras más prácticas: elige estudiar medicina, pero, significativamente, no en la facultad dublinesa, sino en París, a donde se traslada en otoño de 1902. Fracaso y regreso son inmediatos: vuelve, sin embargo, a París, a fines de 1902, con el proyecto de vivir de corresponsalías y colaboraciones, así como de clases particulares: de hecho, la mayor parte de su tiempo se repartió entre lecturas literarias en la biblioteca Sainte-Geneviève y las visitas a lugares menos santos —de todo lo cual hay frecuentes ecos en
Ulises
. Un telegrama le hace volver junto a su madre, que muere en agosto de 1903, de cáncer de hígado ([
1
]). En 1904 entra Joyce en su
anno mirabili
; el 7 de enero escribe un largo ensayo autobiográfico,
A Portrait of the Artist
, que, al no poder publicar, convierte en algo con pretensiones de novela,
Stephen Hero
, a su vez transformado en el Retrato propiamente dicho —el episodio final de
Stephen Hero
, eliminado en esta metamorfosis, será reabsorbido en el comienzo de
Ulises
. Además, Joyce escribe entonces numerosas poesías —luego incluidas en el librito
Chamber Music
—, publica
Las hermanas
, primera de las estampas de
Dublineses
, y, sobre todo, conoce por la calle a una criada de hotel, que va a ser la compañera de su vida: Nora Barnacle (y si el nombre Nora era ibseniano, resulta muy joyceano que
barnacle
sea «lapa» y «percebe», buenos símbolos de la adhesión fidelísima y paciente con que aquella inculta e importante mujer supo siempre aguantar y ayudar a su difícil compañero, cuya obra no leyó jamás). James Joyce pone pronto a prueba a su amada dándole la imagen más intranquilizadora de sí mismo, en una carta:

…conviene que conozcas mi ánimo en la mayor parte de las cosas. Mi ánimo rechaza todo el presente orden social y el cristianismo —el hogar, las virtudes reconocidas, las clases en la vida y las doctrinas religiosas. ¿Cómo podría gustarme la idea del hogar? Mi hogar ha sido simplemente un asunto de clase media echado a perder por hábitos de derroche que he heredado. A mi madre la mataron lentamente los malos tratos de mi padre, años de dificultades, y la franqueza cínica de mi conducta. Cuando le miré a la cara, tendida en el ataúd —una cara gris, consumida por el cáncer—, comprendí que miraba la cara de una víctima y maldije el sistema que la había hecho ser víctima. Éramos diecisiete en la familia. Mis hermanos y hermanas no son nada para mí. Sólo un hermano [Stanislaus] es capaz de comprenderme. Hace seis años dejé la Iglesia Católica odiándola con el mayor fervor. Encontraba imposible para mí seguir en ella a causa de los impulsos de mi naturaleza. Le hice la guerra en secreto cuando era estudiante y rehusé aceptar las posiciones que me ofrecía. Con eso, me he hecho un mendigo pero he conservado mi orgullo. Ahora le hago la guerra abiertamente con lo que escribo y digo y hago. No puedo entrar en el orden social sino como vagabundo. He empezado a estudiar medicina tres veces, derecho una vez, música una vez. Hace una semana estaba arreglando marcharme como actor ambulante. No pude poner energía en el plan porque no dejabas de tirarme del codo…

(Es curioso que el rompimiento de Joyce con el catolicismo se planteara a nivel meramente ético —y aun biológico— y no doctrinal: luego, en la época de
Ulises
, Joyce será fríamente neutral ante lo cristiano y lo religioso en general, sólo atento a usarlo a efectos de lenguaje —y, por un malentendido estético e intelectual, concediendo siempre preferencia al catolicismo, «absurdo coherente», sobre el protestantismo, «absurdo incoherente». En otro orden de convicciones, Joyce se consideró inicialmente socialista —y no sólo por esperanzas de un Estado que subvencionara a escritores y artistas—: luego perdió todo interés por lo político —en [
17
], a través de Bloom, su interés por las mejoras de la sociedad estará enfriado por la convicción de que la humanidad siempre lo echará a perder todo con sus tonterías, «vanidad de vanidad».)

Pero cerremos este paréntesis y volvamos a la primavera de 1904: la carta que citábamos es del 29 de agosto: el 16 de junio había sido la primera vez que James y Nora salieron a dar un paseo nocturno, y ésa sería la fecha del día de
Ulises

Bloomsday
, se le suele llamar, a la vez como alusión al protagonista, señor Bloom, y al
Doomsday
, Día del Juicio—; fecha conmemorada hoy día por algunos joyceanos con ritos tales como comer un riñón de cerdo con el desayuno de té y tostadas ([
4
]). Sin embargo, en «reorganización retrospectiva» —frase también dilecta en
Ulises
—, Joyce trasladará a esa fecha algo que de hecho ocurrió en septiembre, y que, adscrito a la personalidad de Stephen Dedalus, forma el episodio inicial de
Ulises
: con su amigo el estudiante de medicina y alevín literario Oliver St. John Gogarty (en
Ulises
, Buck Mulligan) y un estudiante inglés interesado en la lengua y las tradiciones irlandesas (Trench: Haines en el libro), se instaló, cerca de Dublín, en una de las torres llamadas «Martello», fortificaciones cilíndricas construidas en 1804, en número de varios centenares, por las costas británicas, contra posibles desembarcos napoleónicos, y entonces, un siglo después, cedidas en barato alquiler a quien tuviera la humorada de meterse en tales construcciones. Por lo que se puede ver en [
1
], la idea de los jóvenes era establecer en esa redonda morada el
ómphalos
, el ombligo de una gestación cultural, una helenización de Irlanda con signo anticasticista. Pero la convivencia no duró más que una semana, y, según se alude en el libro, terminó literalmente a tiros, dirigidos contra unas cacerolas que colgaban sobre la cabecera de Joyce. Gogarty fue luego importante médico y ocasional escritor —autor subterráneo de poesías irreverentes y/u obscenas, como la «Balada del Jovial Jesús», algunas de cuyas estrofas vemos recitar a Buck Mulligan en [
1
]: en
Ulises
, además de propenso al humor impío, aparece como el Judas traidor a Stephen Dedalus— a quien deja a la intemperie, sin llave ni posibilidades de volver a la torre Martello, después de pelearse a puñetazos con él, en episodio no presentado directamente en
Ulises
, pero aludido en [
15
] y [
16
]. En la vida real, Joyce atribuyó a instigaciones de Gogarty cierto episodio posterior, uno de los más amargos de su vida: la calumniosa pretensión de cierto común amigo de haber disfrutado de los favores de Nora mientras ésta empezaba a salir con Joyce. Su
vendetta
literaria contra Gogarty fue eternizarle en forma de Buck Mulligan.

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