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Authors: Friedrich Nietzsche

Tags: #Filosofía

Aurora (39 page)

BOOK: Aurora
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Me gustan los hombres que son como el agua transparente y que —por decirlo con palabras de Pope— «dejan ver las impurezas que hay en el fondo de sus aguas». Pero incluso en éstos se da una vanidad, aunque de carácter excepcional y sublime: algunos de ellos quieren que no se vean más que las impurezas y que no se tenga en cuenta la transparencia del agua que permite que se vean. El propio Buda captó la vanidad de éstos cuando dijo: «Dejad que el mundo vea vuestros pecados y ocultad vuestras virtudes». Pero yo creo que esto es ofrecer al mundo un espectáculo desagradable y que constituye un pecado contra el buen gusto.

559. Nada en demasía.

¡Cuántas veces se aconseja a alguien un fin que no puede alcanzar, por estar por encima de sus fuerzas, para que al menos consiga lo que pueden alcanzar esas fuerzas, sometidas
a la más alta tensión
! Pero ¿es deseable esto? Los mejores hombres que viven de acuerdo con este principio y los mejores actos, ¿no tienen algo de exagerado y de retorcido por haber en ellos demasiada tensión? ¿No se extiende sobre el mundo un sombrío velo de
fracaso
, cuando se ve por todas partes atletas luchando y gestos enormes, sin que se pueda contemplar en parte alguna a un vencedor laureado y contento por su victoria?

560. Lo que está a nuestro alcance.

Podemos proceder con nuestros instintos como un jardinero y —lo que tan pocos saben hacer— cultivar los gérmenes de la cólera, de la compasión, de la sutileza y de la vanidad, de forma que lleguen a ser tan fecundos y productivos como un hermoso y resguardado frutal. Esto puede hacerse con buen gusto o con mal gusto, al estilo francés, inglés, holandés o chino. Pero también podemos dejar en libertad a la naturaleza y preocuparnos sólo de que haya un poco de limpieza y de orden. Por último, podemos dejar que crezcan las plantas, sin ciencia ni directriz alguna, con sus facilidades y sus obstáculos naturales, abandonándolas a la lucha que sostienen dentro de sí; podemos incluso aficionarnos a este caos y buscar el deleite que proporciona, a pesar del aburrimiento que hay que vencer. Todo esto está a nuestro alcance, pero ¿cuántos lo saben? ¿No se
consideran
a sí mismos los hombres como hechos consumados, que han
alcanzado la madurez
? ¿No ha habido grandes filósofos que han acreditado este prejuicio, al sustentar la teoría de la inmutabilidad del carácter?

561. Iluminar la felicidad.

Los pintores no logran reproducir por ningún medio el tono profundo y luminoso del cielo, tal como aparece en la naturaleza. En consecuencia, se ven forzados a utilizar todos los colores requeridos para pintar un paisaje, con un tono menor y más suave que el que se observa en la realidad. Así logran alcanzar, con los artificios de la paleta, un brillo similar y una armonía de tonos que corresponde a la naturaleza.

Del mismo modo, es preciso que los poetas y los filósofos, a quienes resulta inaccesible el brillo resplandeciente de la felicidad, superen el obstáculo imitándola. Dando a todo un tono más sombrío que el que realmente tiene, la luz de la que pueden disponer produce casi el efecto del resplandor solar y se parece a la luz de la felicidad plena.

El pesimista, que presta a todo los colores más oscuros y sombríos, se sirve de llamas y de relámpagos, de auroras boreales y de todo lo que posee una intensidad de luz muy viva y que nos hace parpadear. La claridad le sirve para aumentar el espanto de las cosas y para hacernos sospechar que son más horribles de lo que son en realidad.

562. Los sedentarios y los hombres libres.

Sólo en los infiernos se nos muestra algo del fondo sombrío que hay detrás de esa beatitud de aventureros que circunda a Ulises y a los que son como él a la manera de una luminaria eterna. Esa parte del fondo sombrío que entrevemos, ya no se olvida nunca. A la madre de Ulises la mató la pena y el deseo de ver a su hijo. Ulises va errante de un lado para otro, y esto destroza el corazón de la persona tierna y sedentaria que es su madre. La aflicción destroza el corazón de quien ve cómo aquél a quien más quiere abandona las ideas y la fe del pasado. Todo esto forma parte de la tragedia que
crea
a los espíritus libres, de esa tragedia de la que éstos tienen alguna vez
conocimiento
. Entonces se ven obligados a descender a la morada de los muertos para consolarles y tranquilizar así su conciencia.

563. La ilusión del orden moral.

No hay necesidad eterna que exija que toda falta haya de ser pagada y expiada. Creer en esta necesidad fue una ilusión terrible de dudosa utilidad. Igualmente, constituye una ilusión creer que todo lo que se considera como una falta lo es en realidad. No son
las cosas
las que han amargado así a los seres humanos, sino las opiniones que éstos se forman de
cosas que no existen
.

564. En el límite de la experiencia.

Hasta los mayores espíritus no tienen más que una experiencia de cinco dedos de ancha; en cuanto se pasa de ahí, termina la reflexión y comienza el vacío indefinido de la necedad.

565. La gravedad aliada a la ignorancia.

Cuando se trata de algo que comprendemos, resultamos amables, felices e inventivos, y, en todo lo que hemos aprendido suficientemente, habiéndose habituado a ello nuestros ojos y nuestros oídos, nuestro espíritu se muestra lleno de agilidad y de gracia. Pero comprendemos pocas cosas y estamos muy poco informados, de forma que raras veces se da a un tiempo el abarcar una cosa en conjunto y el resultar amables. Rígidos e inflexibles por lo general, atravesamos la ciudad, la naturaleza y la historia, y nos enorgullecemos de esta actitud y de esta frialdad, como si fueran el resultado de una auténtica superioridad. Nuestra ignorancia y nuestra sed escasa de saber, saben disfrazarse muy bien con la careta de la dignidad y del carácter.

566. Vivir económicamente.

La forma más económica y despreocupada de vivir es la del pensador, pues —por ir directamente al grano— necesita imperiosamente lo que los demás desprecian y desechan. Además, se contenta fácilmente y desconoce los costosos caminos por los que otros se dirigen al placer. Su trabajo no es duro, sino, en cierto sentido, meridional; el remordimiento no le amarga los días y las noches; se mueve, come, bebe y duerme según la medida que conviene a su espíritu, para que éste se encuentre cada vez más tranquilo, más fuerte y más claro; le regocija su cuerpo y no tiene motivo alguno para temerle; no necesita a la sociedad más que de cuando en cuando, para volver en seguida a su soledad con un mayor amor a ella. Los muertos le indemnizan de los vivos y hasta encuentra la forma de reemplazar a los amigos, evocando de entre los muertos a los que fueron mejores en vida. Véase si no son los deseos y los hábitos contrarios los que hacen costosa la vida de los hombres y, en consecuencia, penosa y a veces insoportable. Sin embargo, la vida del pensador es costosa en otro sentido: pocas cosas son lo bastante buenas para él, y el hecho de que le faltara
lo mejor
sería para el pensador una
privación insoportable
.

567. En el terreno del conocimiento como en el campo de batalla.

«Hay que tomar las cosas más alegremente de lo que se merecen, sobre todo porque las hemos estado tomando en serio durante más tiempo del que se merecían». Así hablan los valientes soldados del conocimiento.

568. Poeta y ave.

El ave fénix muestra al poeta un rollo en llamas. «No temas —le dice—; ésta es tu obra. No responde al espíritu de la época, y menos aún al espíritu de los que se acomodan a la época; por consiguiente, hay que quemarla. Pero esto es buena señal. Hay muchas clases de auroras».

569. A los solitarios.

La falta de respeto al honor de los demás, tanto en público como en nuestros soliloquios, supone falta de honradez.

570. Pérdidas.

Ciertas pérdidas confieren al alma un carácter sublime que le hace abstenerse de toda queja y marchar en silencio, como los altos cipreses negros.

571. Farmacia militar del alma.

¿Qué medicina es la más eficaz? La victoria.

572. La vida debe tranquilizarnos.

Cuando —como en el caso del pensador— se vive habitualmente en medio de una gran corriente de ideas y de sentimientos, y hasta lo que soñamos por las noches sigue esta corriente, se pide a la vida tranquilidad y silencio; otros, por el contrario, tratan de descansar de la vida cuando se entregan a la meditación.

573. Mudar la piel.

La serpiente se muere cuando no puede mudar la piel. Igualmente, los espíritus a los que se les impide cambiar de opinión, dejan de ser espíritus.

574. No hay que olvidarlo.

Cuanto más nos elevemos, más pequeños pareceremos a los que no saben volar.

575. Nosotros, los aeronautas del espíritu.

A todos esos pájaros atrevidos que vuelan hacia espacios lejanos, les llegará ciertamente un momento en el que no podrán avanzar más y habrán de posarse en un mástil o en un pelado arrecife, sintiéndose felices por haber dado con tan miserable cobijo. Pero ¿cabe concluir de aquí que no queda ante ellos un espacio libre e infinito y que han volado todo lo que podían volar?

Sin embargo, todos nuestros grandes iniciadores y nuestros precursores acabaron deteniéndose, y cuando el cansancio se detiene no adopta actitudes nobles ni graciosas. Lo mismo nos sucederá a ti y a mí. ¡
Otros pájaros volaron más lejos
! Este pensamiento, esta fe que nos anima, se echa a volar, compite con ellos, vuela cada vez más lejos y más alto, se lanza directamente por los aires como una flecha, por encima de nuestras impotentes cabezas, y desde lo alto del cielo ve en las lejanías del espacio bandadas de pájaros mucho más poderosos que nosotros, que se lanzaron en nuestra misma dirección, allí donde no hay más que mar y mar. ¿Dónde queremos ir? ¿Queremos atravesar el mar? ¿Adonde nos arrastra esta pasión poderosa, que supera a toda otra pasión? ¿A qué viene ese vuelo desesperado hacia el punto donde hasta ahora todos los soles han
declinado
y se han
extinguido
? Puede que un día se diga de nosotros que echamos a navegar hacia el oeste esperando llegar a unas Indias desconocidas, pero que nuestro destino era naufragar en el infinito. O tal vez se diga más bien, hermanos míos, que…

FRIEDRICH NIETZSCHE, 1844: 15 de Octubre. Nace en Löcken.

1849: Muerte de su padre (pastor protestante).

1850–1864: Estudios secundarios en la escuela de Pforta, donde recibe una sólida formación humanistíca. Influencia decisiva de su profesor Steninhart, el gran traductor de Platón.

1864: Ingresa a la Universidad de Bonn para estudiar filología clásica. Se interesó también por la teología y filosofía.

1865: Estudios de Filología clásica con Ritschl, en Leipzig. Publica sus primeros trabajos filologícos:
«La Rivalidad de Homero y Hesíodo»
,
«Los catálogos antiguos de las obras de Aristóteles»
, etc.

1868: Conoce al músico Richard Wagner.

1869: Es nombrado catedrático extraordinario de la universidad de Basilea. Se identificó mucho con la filosofía de Schopenhauer y la música de Wagner.

1870–1871: Participa en la guerrra franco–prusiana como enfermero voluntario en el cuerpo de Sanidad. Adquirió por contagio una enfermedad de la que nunca pudo curarse.

1871: Publica
«El Nacimiento de la Tregedia en el Espíritu de la Música»
, que recibe fuertes críticas de los filólogos académicos.

1876: Escribe «Consideraciones Intempestivas». A partir de este año se operan en él cambios profundos, se separó de Schopenhauer y Wagner y «comenzó a enterrar su confianza en la moral», dedicándose al estudio de las ciencias naturales, a los pensadores franceses y a los filósofos ingleses contemporáneos.

1878: Ruptura definitiva con Wagner. Escribe «Humano, demasiado Humano», primera parte.

1879: El Viajero y su Sombra (segunda parte de «Humano, demasiado Humano»). Abandona su cátedra de Basilea y toda labor docente. Su salud empeora de manera alarmante. A partir de este momento se retira a lugares apartados donde, en la soledad, se fraguarán sus más grandes obras.

1880: Principio de su estancia en Italia.

1881: Estancia en Sils–Maria. Escribe «Aurora».

1882: Conoce a Lou A. Salomé, quien rechazará por dos veces su propuesta de matrimonio.

1884: Escribe «Así habló Zarathustra».

1886: Escribe «Más allá del bien y del mal».

1887: Escribe «La Genealogía de la Moral». Comienza a leer a Dostoievsky.

1888: Escribe «El caso Wagner», «Nietzsche contra Wagner», «Diritambos Dionisiacos» (poemas), «El Crepúsculo de los Ídolos», «El Anticristo» y «Ecce Homo» (autobiografía).

1889: Es internado en la clínica de Basilea con el diagnóstico de «resblandecimiento cerebral». Los médicos consideraron que era una locura incurable.

1900: 25 de agosto. Fallece en Weimar, al mediodía.

Notas

[1]
Inervación: «Acción del sistema nervioso en las funciones de los demás órganos del cuerpo del animal.» (Diccionario de la Lengua Española, Real Academia Española.) (
Nota del traductor
).
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[2]
Juego de palabras imposible de traducir entre sencillo (
schlicht
) y malo (
schlecht
). (
Nota del traductor
).
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